Bucaramanga
En 1916, Bucaramanga quedó eclipsada
“A las ocho y media de la mañana se encontraban ya todas las colinas que rodean a la ciudad de Medellín llenas de espectadores ansiosos por presenciar el fenómeno; a las nueve y cinco minutos tuvo lugar el primer contacto; la luna fue avanzando lentamente hasta que cubrió por completo el disco del sol; la temperatura descendió bastante; como el cielo estaba un poco nublado no se vieron las estrellas, ni se pudieron apreciar bien las fajas de sombra; la corona del sol tampoco se contempló en toda su magnificencia, porque las nubes la ocultaron un poco.
A pesar de todo, el espectáculo resultó sorprendente; después de que el sol lanzó su primer rayo y la tierra volvió a iluminarse, la gente volvió a su casa con el corazón rebosante de alegría y dándole gracias a Dios por haberles mostrado tal maravilla”. Así relata ‘El Colombiano’, en su edición del 4 de febrero de 1916 lo que ocurrió.
Era la descripción del eclipse solar del 3 de febrero de 1916, que fue visto también en Bucaramanga y en otras partes del país.
Edmundo Gavassa Villamizar, memoria viva y quien ha preservado la historia de Bucaramanga, gracias al trabajo fotográfico de su abuelo, Quintilio Gavassa Mibelli, dejó plasmado en uno de sus tantos libros con imágenes inéditas y asombrosas de la ciudad, el momento en el que los bumangueses fueron sorprendidos e inclusive asustados por el eclipse solar.
“Mi papá me contó, que ese día ladraban los perros y todo el mundo estaba muy asustado, porque se oscureció en pleno día. Como en esa época no había comunicaciones ni nada, era difícil saber qué estaba pasando”, cuenta Gavassa.
Y claro, no era para menos, pues siendo las 10:30 de la mañana de un jueves, la ciudad quedó a oscuras, cuando una bola gigante, que era la luna, se atravesó al sol por un lapso de tres minutos, según lo registra la biblioteca virtual Luis Ángel Arango, en su sección, eclipses totales de sol en Colombia desde principios de siglo hasta 1988.
Este era un fenómeno maravilloso y el segundo del que se tenía registro en el país, después del sucedido el 10 de octubre de 1912.
El suceso fue de tal importancia no solo local, sino nacional, ya que también se pudo apreciar en Antioquia, Sur de Bolívar y Norte de Santander, que el gobernador de la época (1914-1917) Ernesto Valderrama Ordoñez había nombrado una comisión científica encargada de observar el eclipse con anotación de los contactos y demás fenómenos tanto celestes como terrestres que ocurrieran.
De dicha comisión, según cuenta Gavassa, formaron parte Don Roso Cala, Juan B. Cassini, S.J., el Dr. Alejandro Peña Solano, el Dr. Daniel Martínez, el Dr. Alberto Faciolince, el Dr. Manuel T. Múnera, Don Quintilio Gavassa Mibelli (encargado de tomar las fotos), Don Luis Felipe Gómez Pinzón, Don Domingo Moreno Otero, el Dr. Martín Carvajal Bautista, Don Luis Felipe French y Don Ernesto Hernández.
“El súbdito italiano Quintilio Gavassa Mibelli captó diez fotografías instantáneas tomadas con un mil trescientosavo de segundo, cámara de cajón Graphel fabricada en Chicago, USA. La temperatura más alta se registró a las 09:18 horas, con 28 grados centígrados y la mínima a las 10:38 horas, con 21 grados.”, explica Gavassa Villamizar, sobre las 10 fotografías tomadas ese día por su abuelo y la técnica usada.
Ese jueves, como también quedó registrado por Quintilio Gavassa, la gente se agolpó en el Llano de Don Andrés, hoy barrio San Francisco, a esperar sentada a que ocurriera el fenómeno. Aunque muchos se escondieron por temor, otros no querían perderse el espectáculo de la naturaleza, así muchos no supieran de qué se trataba.
Adicional al público en general y la comisión científica convocada por el Gobernador de Santander de la época, también fueron testigos del evento el Ejército y la banda de músicos, que interpretó el Himno Nacional, según cuenta José Joaquín García, cronista del siglo XIX en su libro, crónicas de Bucaramanga.