Los hijos del Icbf y su apuesta por un nuevo proyecto de vida en Santander
“Desde que llegué es la mejor oportunidad que he tenido en mi vida, pues debido a las adversidades que se presentaron cuando era niña, el hogar y el Instituto me acogieron y he podido salir adelante y seguir estudiando”, dice María Alejandra*, una hermosa joven rubia, de 24 años de edad, de los cuales 12 los ha vivido en Hogares Teresa Toda, una institución que acoge a las niñas que llegan al Instituto del Bienestar Familiar, Icbf.
Su historia es como la de miles de niños en Colombia que debido al abandono, maltrato o cualquier otra vulneración de sus derechos por parte de sus padres son protegidos por el Estado. Sin embargo, aunque al principio la experiencia de tener que ser separados de sus hogares no es sencilla, con el tiempo, en muchas oportunidades, logran no solo superar ese triste pasado, sino llevar adelante una vida como la de cualquier otro.
“Yo volví a nacer al llegar acá. El no tener papás no te quita ni da nada, al contrario te hace más fuerte, tener resiliencia (capacidad que tiene una persona para superar circunstancias difíciles), caer y levantarte, ser una persona más integral, porque no tienes dos figuras pero hay más personas al cuidado tuyo…”, afirma Marylin*, otra de las jóvenes de Hogares Teresa Toda que lleva 15 años, de los 24 que tiene, en el Icbf.
Las dos, aunque no les gusta que se lo digan, son un ejemplo para las otras 40 niñas que viven con ellas en la institución, pues además de ser las mayores, han tenido la convicción de que de una experiencia tan difícil, como es no saber nada de la familia de sangre, se puede, no solo sacar, sino formar a una mejor persona.
“Lo más complicado es separarse de su propia familia, pues siempre uno espera estar con su mamá, hermanos, pero desafortunadamente no se pudo. Sobre todo es difícil en las Navidades, porque uno desea compartir con ellos… y pues acá se comparte y dan regalos pero no es lo mismo …”, relata María Alejandra*.
Por su parte, mucho más renuente a que haya algo negativo en su experiencia de vida, está Marylin, a quien cada palabra le sale con tanta facilidad y madurez, que hace que quienes están a su lado oyéndola hagan cara de asombro.
“Lo más difícil de enfrentarse a una institución como esta es aprender a adaptarse y convivir no con dos ni cuatro, sino 20 a 40 personas... yo siempre he dicho, si en algún momento tengo que volver a vivir esto lo vivo tal cual, no le quito nada, porque cada cosa que está en mi vida me ha ayudado a ser lo que soy hoy”.
Un futuro devuelto
Ellas tienen claro que el Icbf es el ángel que apareció en sus vidas, pues no se imaginan quiénes serían hoy si jamás les hubieran dado un lugar como hijas, amigas y sobre todo, el valor como niñas y ahora como mujeres, que en su momento no tuvieron de su propia familia.
Ambas han logrado realizar sus sueños de estudiar, además de una carrera técnica, una profesional y estar ad portas de ser personas independientes, más que listas para enfrentar la vida y simplemente vivir. María y Marylin hacen parte de los 5.700 adolescentes mayores de 14 años que integran el programa ‘Proyecto Vida’.
De acuerdo con Ana María Fergusson, directora de protección del Icbf, hay cerca de 18 mil jóvenes que se encuentran en el Instituto y están a punto de cumplir la mayoría de edad, de los cuales 10 mil están declarados en adoptabilidad; algunas veces esta adopción y la búsqueda de una familia se dificuta por razones como tener más hermanos o estar en condición de discapacidad.
Los jóvenes del Icbf que cumplen los 18 años siguen en la institución, hasta tanto puedan demostrar que están en la capacidad para enfrentarse solos a la vida. Por esta razón se creó desde el 2011 el ‘Proyecto Vida’, que trabaja cinco ejes: educación, recreación, cultura y deporte.
El instituto tiene alianzas con el Icetex para pagar las universidades de los adolescentes, pero, aclara Fergusson, al ser recursos del Estado son limitados.
Por eso actualmente el Icbf trabaja para conseguir alianzas con las instituciones educativas, con el fin de obtener becas parciales o totales, pues a la fecha, solo 600 jóvenes han logrado acceder a la educación superior.
“Desafortunadamente no podemos hacerlo solos, por eso hemos difundido el programa ‘Proyecto Vida’ para que las universidades se vinculen… También hemos hecho alianzas para que puedan desarrollar sus habilidades deportivas. Ya estamos tocando las puertas de varios gremios, para que nuestros jóvenes puedan tener un trabajo digno que les brinde una estabilidad y les permita reconstruir sus vidas.”, cuenta la Directora.
Y agrega que aunque no se cuenten con los recursos para pagar carreras profesionales a todos los jóvenes, se tiene un gran apoyo en formación con el Sena, por lo que todos acceden como mínimo a esta oferta.
“Hasta el momento se ha podido lograr que tengan una oportunidad, pero obviamente queremos que las oportunidades sean mayores e invitamos a toda la sociedad para que se unan a esta estrategia”.
Pero, ¿qué pasa con quienes deciden no tomar ninguna de estas opciones?
“... No hemos tenido casos en donde nos digan no queremos nada, sino que siempre hay una necesidad y anhelo, porque tienen muchos sueños y ganas de construir una vida independiente”.
Cada joven al llegar a la mayoría de edad puede decidir si continúa en el Instituto y desarrolla dentro de él su proyecto de vida o se retira. En llegado caso que decida irse del Icbf, se inicia un proceso en el que los defensores de familia conversan con ellos, examinan el caso y dan una orientación.
La maleta, lista para viajar
María Alejandra* estudió inicialmente una carrera técnica de Enfermería, pero su excelente desempeño académico y ganas de realizarse como profesional hicieron que el Icbf le diera la oportunidad de hacer esto posible y hoy, en octavo semestre de Salud Ocupacional, prepara una maleta cargada de expectativas, miedo y mucha ansiedad, pues se ganó la oportunidad de realizar un intercambio académico por seis meses con la Universidad Católica de Murcia, en España.
“Llegaría a vivir con las hermanas Olatas, porque las hermanas de acá las contactaron y ellas brindan residencia a universitarios… hay que pagar una mensualidad de tres millones de pesos y el Icbf, a través del plan padrino, es lo que está gestionando, porque lo que da el Estado no alcanza para vivir allá”, cuenta la joven, quien entre sus planes tiene pensado irse a trabajar al País Vasco o a Argentina cuando culmine su carrera profesional.
Mientras que Marylin* dice, casi que en forma de discurso, imparable y muy segura, que tiene muy claro de dónde viene pero sobre todo a dónde quiere llegar. Esa entereza en su vida la ha llevado a conseguir el sueño de pronto ser una comunicadora social y técnica en producción de televisión y radio.
-¿Le da miedo dejar el Icbf?
“Pues miedo no… da ese sustico, el que todo el mundo siente cuando se independiza, pero no hay nada mejor como decir que ya me dieron hasta aquí, ya me ayudaron, ya me toca empezar a mí sola. Es más ansiedad de hacer muchas cosas, porque acá hay unas reglas estipuladas que he tenido que cumplir por bastante tiempo…”, concluye esta admirable y soñadora mujer.