Bucaramanga
Estudiantes de otros países llegan a Bucaramanga
El viaje en avión a una zona que meses atrás no sabían que existía, puede parecer interminable. Con las maletas cargadas de sueños y ávidos de aprendizaje intelectual, llegan a nuestra región jóvenes estudiantes que hacen parte de intercambios académicos que realizan algunas universidades de la ciudad. México, Chile y Francia; tres países, tres culturas, cuatro jóvenes, un mismo ideal.
Gracias a la beca Alianza del Pacífico, llegó Pamela Gómez Aravena a Bucaramanga. Esta chilena, de tez morena y cabello oscuro, escogió a Bucaramanga, entre otras ciudades del país, porque “vi que era la ciudad de los parques, la ciudad bonita y empecé a buscar mucho más por internet y mis expectativas de la ciudad sobrepasaron totalmente”, relata con emoción.
Con el mismo propósito e ideal, Mirozlava Jiménez Samperio cruzó fronteras de la mano de su novio para darle a su carrera de turismo un complemento desde la UNAB. La oferta académica fue de lo único que se aseguró Miroz, como le gusta que la llamen. “Chequé el plan de estudio de la ‘uni’ y se me hizo muy completo, lo que buscaba”, expresó con su acento inconfundible.
Ninguna de las dos se conoce entre sí, vienen de dos lugares diferentes pero, sin duda, comparten el mismo propósito y ahora son hijas adoptivas de la misma ciudad. Pero, ¿qué tienen en común?... Además de ser estudiantes de intercambio, las dos admiran las montañas y el verde que pinta el paisaje de la ciudad, “a cada cuadra que caminas hay un parque para disfrutar, todo es tan verde”, afirma Miroz.
Estas hijas de sangre ajena, pero alma santandereana se maravillan con la variedad de animales y plantas que crecen en las entrañas cálidas de la ciudad, “es mucho más de lo que esperaba, superó mis expectativas”, continúa Mirozlava. Sin embargo, el lienzo verde rebordeado del caudal del Chicamocha no es lo único que despierta el interés en los viajeros del mundo. La gastronomía es, sin duda alguna, otro atractivo para los visitantes.
Conquista gastronómica
Vestida con una inconfundible blusa mexicana y con un par de aretes bien particulares hechos en madera, Miroz deja claro su amor por la tierra que la vio nacer; esta mexicana lleva en la sangre el picante de su país y aunque extraña la sazón de los chiles no duda en reconocer las delicias que encuentra en esta tierra. Recuerda, aún con sorpresa, su primer acercamiento con la comida santandereana cuando “pedimos una limonada que, ‘neta’, (que en Colombia significa: realmente) se nos hizo súper barata, pero tenía color tamarindo y eso se nos hizo extraño. La tomamos y fue algo increíble, después supimos que era endulzada con panela -relata a carcajadas-, sabía muy natural”.
Pamela, como era de esperar, se declara fan número uno de la comida chilena, pero la variedad gastronómica que ha podido disfrutar acá la deja sin palabras. Mientras en nuestro medio ve arepas en cada esquina, “en Chile eso no existe, no hay panela ni guayaba ni otras tantas frutas de las que gozan ustedes”. Sin duda, la gran oferta culinaria y la sazón inconfundible de la comida típica permean el paladar de cualquier ajeno de la región.
Dos a falta de uno
Por su parte, ya se cumple un año desde que Romain Dupont, un joven francés, tomó su maleta y abordó un avión con rumbo a Colombia. Hoy ya es profesional en Administración de Empresas de la UNAB. Romain decidió quedarse en la ciudad porque “tuve la idea de importar vinos y crear mi propia empresa en el país”. Él tiene claro que “hay todo un concepto detrás del vino y Bucaramanga es una ciudad perfecta para comenzar con esta cultura de vinos”.
Seis meses atrás, Anthony Rousselet, otro francés, tan europeo como Romain y viejo amigo de este, emprendió viaje a Bucaramanga. Esto evidenció que una amistad cada día trae experiencias insospechadas. “Al principio vine de vacaciones y no a trabajar”, pero Bucaramanga le abrió nuevos caminos. “Se dio la oportunidad del negocio de vinos y en realidad es un buen proyecto, además, Romain y yo nos conocemos hace mucho tiempo”, expresa Anthony.
Y es que con el testimonio de estos franceses se evidencia que Bucaramanga no tiene límites, pues ninguno de los dos aún ha contemplado, a corto plazo, regresar a su tierra. “Ahora solo iré de visita a Francia”, afirma Anthony, con su español a medio hablar.
Bucaramanga, sin duda, es el lugar perfecto para albergar turistas, con ofertas de calidad educativa, de gente cálida y atenta. Una ciudad que no ve fronteras y abre puertas con oportunidades a quienes llegan y quieran quedarse. Acá, en pocas palabras, “le hacen honor a su nombre de Ciudad Bonita”, como afirma Miroz.
*Estudiante de Comunicación Social - UPB.