Bucaramanga
Jesús David: un artista en busca de oportunidades en Bucaramanga
“La mujer y el niño partieron por el mismo camino. Al encontrarse con el hombre de la barca, le pidieron el favor de cruzar la laguna, pero al bajarse, el hombre le dijo: ‘me darás lo que pida sino el niño se te quitará nuevamente... te pido que me des la pierna derecha de tu hijo’. Ella inmediatamente reaccionó y se negó, pero el niño le dijo: ‘madre, quítamela y dásela, lo importante es mi corazón’. La mujer temerosa de que su hijo se le perdiera nuevamente, se la quitó y se la entregó al hombre, a quien le faltaba esa parte del cuerpo.
La señora siguió y llegó al camino de las flores, allí estaba la niña, quien le exigió la promesa: ‘te pido que me des la pierna izquierda del niño’. La mujer nuevamente se sorprendió y quiso huir, pero el niño le dijo: ‘madre, cumple lo prometido y dale mi pierna izquierda, lo importante es mi corazón’. La mujer angustiada hizo lo que su hijo le dijo. Ella lo alzó y continuó su camino”.
Este cuento se llama ‘El ángel que irradia ternura’. Jesús David Méndez lo escribió en 2002, cuando tenía nueve años, y ganó un premio infantil. Está dedicado a su mamá, Miriam Sequeda. El prólogo es del poeta santandereano José Rueda Ardila, conocido como ‘Don Siervo’.
“Hace unos cinco años conocí de las dotes de gran persona, artista, su ternura como hombre, la historia de cómo nació, su libro en el cual cuenta su historia de forma metafórica y me di cuenta que por muchas razones, me siento superado por este gran hombre”, comenta el maestro Rueda Ardila.
En su casa, al norte de la ciudad, Miriam muestra el libro y dice que está en venta. Fue publicado en julio de 2015, pero no ha tenido la acogida que esperaban, a pesar de la publicidad. Jesús ha sido entrevistado varias veces e incluso, en 2014, conoció a Juanes.
Lea también: Seis medallas ganó Santander en los ‘Special Olympics 2017
Sin embargo, un martes cualquiera, está sentado en un sofá de su casa, con su mamá y su cuidador. Está triste. Desde hace nueve meses lucha contra una gastritis crónica; contra la discriminación que aún sufre, contra la pobreza de sus padres, contra la caída de sus expectativas de asemejarse a Nick Vujicic, el australiano que, con su misma condición, dicta conferencias en todo el mundo y tiene una esposa e hijos.
Jesús David lo conoció en 2013, la segunda vez que el conferencista estuvo en Bucaramanga. Vujicic le aseguró a Jesús que se casaría. Lo escuchó. Y eso fue todo. En otros medios de comunicación también han contado su historia, pero los días pasan iguales los unos a los otros, sin la llamada extraordinaria de un patrocinador que se fije en su talento para pintar, en el cuento que escribió, en su historia. Es un cuento de hadas. “Ahí está todo”, dice Miriam. Está sentada en un sofá frente a Jesús. Él la escucha en silencio y asiente con ojos de derrota. Las frases que conminan a la lucha incansable a veces parecen un mito: en la cotidianidad hay hambre, hay soledad, hay frustración.
En marzo de 2015, Miriam ganó una tutela a Salud Total que le garantizaba a Jesús David un profesional que lo cuidara durante 12 horas diarias, debido a que su agenesia de las cuatro extremidades por alteración congénita lo requiere para garantizarle calidad de vida. Miriam tiene 61 años y una desviación en la columna. Como es costumbre, las IPS adscritas se niegan de cuando en cuando a cumplir y Miriam tuvo que acudir al Consejo Superior de la Judicatura para que le entregaran un papel -que lleva a todas partes- que recuerda a los prestadores del servicio la orden del juzgado.
Jesús está un poco reticente. Miriam habla sobre él. Piensa en lo que le sucederá cuando ella falte. Jesús tiene otras tres hermanas. Una de ellas vive también en la casa con su hija. La niña también le pide a Jesús David que pierda el temor de hablar. Él dice que está nervioso. Entonces empieza su mamá. Él la mira y le dice que sí, que hable.
El ángel de la ternura
El cuento narra la historia de una mujer y su esposo. Desean tanto tener un hijo varón que, finalmente, sus ruegos son escuchados por un ser poderoso. Pero nadie da nada porque sí. Al nacer el niño, es raptado por un monstruo que lo aleja de su mamá. Ella lo busca sin cesar, pero sin conocer el camino, pide ayuda a diferentes personajes que le darían indicaciones, pero no sin pedirle algo a cambio: los brazos y piernas del niño. En la historia, Miriam no tiene culpa alguna. Es el niño quien le pide a su mamá que cumpla con lo que prometió para poder encontrarlo y es así que, al final de la narración, aparece el Jesús David que conocemos: sin sus extremidades, pero con un gran corazón, unido a su mamá como un ser indivisible.
El eje central de la historia es el recorrido de Miriam para encontrar a Jesús. En la realidad, Miriam caminó cinco horas por la vía hacia Pescadero desde la finca donde era viviente con su esposo. Faltaba solo una semana para dar a luz a Jesús. Una de sus hijas vino con ella.
El 17 de enero de 1993, en el Hospital González Valencia, nació Jesús. Lloraba tanto que pensó que le habían hecho algo. Los médicos la observaban. Se lo entregaron. Ella perdió el conocimiento. Al despertar, lo amó irremediablemente. Era su hijo varón tan deseado. Y ella lo quería así.
Durante su embarazo, Miriam acudió al Centro de Salud del municipio donde vivía. Le dieron unas pastillas que, consideran, podrían haber sido las responsables de la condición de Jesús David. La familia de su esposo la culpó. Ella se quedó en Bucaramanga. Aquí tendría mejores oportunidades. Sus suegros no la recibieron. Una vecina le dio posada en Morrorico.
Le puede interesar: Este es el santandereano que trabaja de la mano de Bill Gates
“Le pedí a Dios. Señor tú me regalaste a este niño. Dame fuerza”, dice Miriam. El ortopedista que atendió a Jesús David le preguntó que en qué estaba pensando, que cómo creía que el niño sobreviviría. Ella le habló de Dios. Y nunca más volvió a este tipo de médicos.
Jesús se sentó solo a los cinco años. Y habló correctamente también a esa edad, porque es muy consentido y se necesitaron terapias. Miriam caminaba con Jesús sobre sus espaldas desde Morrorico hasta la institución donde lo atendían. Atravesaba la carrera 33. La tiene más que conocida, dice y ríe. Jesús sigue serio. Escucha.
El arte salvador
El primer recuerdo que Jesús tiene de su infancia es mover la tierra cerca de su cara con una pala pequeña que sostenía con su boca. A los ocho años llegó la pintura. Solía hacer dibujos a su mamá y un día, en 2001, vio a Henry Lizcano que pintaba un mural. Ella le mostró las pinturas que Jesús hacía. Le gustaron. Le preguntó a su mamá si podía conocer al artista. “Y ahí se llevó la linda sorpresa”, cuenta Miriam.
Henry empezó a darle clases. Entre 2003 y 2006 pintó alrededor de cien óleos sobre lienzo. Paisajes, animales, figura cubista. Ese año, quiso vender sus cuadros para comprar unas prótesis. Las obtuvo, pero eran muy pesadas. Nick Vujicic le dijo que no las necesitaba, que podía vivir como era, con su torso.
Luego, sus terapeutas lo contactaron en 2013 con el maestro Jaime Alba, presidente de la Fundación Superarte, que enseña artes plásticas a niños, niñas y adolescentes con habilidades diversas.
A los 18 años le pregunto a su mamá el por qué. Ella le respondió que él está aquí para dar un mensaje. Después de todo, se llama como el mensajero de la palabra de Dios, según la Biblia. El mensaje es que vale la pena luchar. Y durante su adolescencia lo hizo, extendió su mensaje. Hoy, a sus 23 años, él los necesita.
Parece estar en un callejón sin salida. Han enviado cartas a todos los dignatarios posibles, incluido el presidente Juan Manuel Santos. Le responden que el conducto regular es otro. Un exgobernador le regaló la casa donde viven ahora y las prótesis. Desayudero El Tony y el Botín de Andrés patrocinaron su libro. Pero no ha habido más respuestas. Jesús estudia diseño gráfico en Multitech. Es muy hábil con el computador y maneja su celular. Después de mucho insistir, accede a mostrar sus habilidades con la pintura. Y enciende también el portátil para probar que puede estudiar, que vale la pena que lo apoyen.
“Lo veo como una persona normal, pero con mucho que aprender de él y de su familia. Es un guerrero. Dios lo creo con un propósito. Tiene un futuro prometedor ya que es un testimonio de vida en todos los aspectos. Creo que Nunca lo he escuchado quejarse de algo, a diferencia de todos nosotros, que no sabemos valorar ni apreciar lo que tenemos”, explica su amigo Herman Mantilla.
En sus conferencias, Vujicic narra: “nací en 1982 sin extremidades y no hay una explicación científica para este defecto. He tenido que encarar cambios y obstáculos. Me gustaba ir a la escuela y trataba de vivir como todos los demás, pero en mis primeros años enfrenté rechazos y burlas. Era muy difícil, pero con la ayuda de mis padres desarrollé aptitudes y valores que me ayudaron a aceptarme y avanzar. Sabía que yo era diferente por fuera, pero en mi interior era exactamente igual a los demás. En muchas ocasiones me sentía decaído y no quería enfrentar la realidad negativa. Hubo momentos en que caía en la depresión y el enojo porque no podía cambiar mi físico. En su cuento, Jesús David escribe: “el niño siguió creciendo, logrando irradiar su ternura en cada rostro que encontraba y las personas que tenían la dicha de conocerlo, recibían su luz angelical, ayudándolos, y logrando alegrar sus vidas...”. Hoy, él necesita una alegría más. Estudiar. Sólo esa.