Los nombres de ‘pila’ de las calles de Bucaramanga
Las vías se envejecieron con Bucaramanga: unas se ampliaron, otras se quedaron anquilosadas; una más quedaron sepultadas en el recuerdo, tanto como sus nombre originales.
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Pocos ciudadanos conocen cómo se les dijo la primera vez, cuando se les firmaron sus partidas bautismales; solo aquellos que pudieron vivir en una ciudad menos complicada o los amantes de la historia pueden llamarlas con exactitud.
¿Usted las conoce? Desempolvemos tales orígenes 'traduciendo' sus nomenclaturas de hoy con los nombres del ayer.
La primera vez que se habló de 'apellidar' las calles fue en 1849. Para entonces Bucaramanga estaba un tanto ‘crecidita’ y se estipuló que las vías deberían consignar apellidos ilustres de la Independencia de 1810. Así nació la ‘Carrera de Boyacá’, la que después se llamó ‘Carrera del Comercio’. Y algunos barrios de esa época también fueron denominados como Junín, Carabobo, Santander y Ayacucho.
Sí, en este punto debe estar más perdido que nunca, porque esos nombres son del siglo XIX, pero hay que mencionarlos en este túnel del tiempo.
Claro, también se debe precisar que la idea de las nomenclaturas en Bucaramanga para llegar a puntos específicos, olvidando el linaje de las vidas, se impuso con la Ley 40 de 1932, que su artículo 21 conminó a los concejos a numerar las calles y carreras de las ciudades de Colombia, entre ellas la capital santandereana.
Y ese fue, de manera literal, el punto de quiebre del olvido del sacramental bautizo que tuvieron las calles de nuestra ciudad. Hoy si usted se sube a un taxi y le pide al conductor que lo lleve a la Avenida Próspero Pinzón se queda despistado. En cambio, si en lugar de decirle que lo conduzca a la Próspero Pinzón, le pide al mismo chofer que lo lleve a la carrera 27, de inmediato ‘prende motores’.
Con el correr de los tiempos los ‘apelativos viales’ fueron alterados, entre otras cosas, porque los terrenos que ocupaban barrios como el Junín se utilizaron para abrirles espacios a las nuevas vías.
Entre los nombres célebres se recuerdan el de la carrera 19 y el de la calle que llega desde el occidente hasta la Glorieta del Estadio Alfonso López; las mismas que se conocieron como las Avenidas Camacho y República. En el caso de la 19, se pretendió rendirle un homenaje a la memoria del educador Eliseo Camacho; y en el de la avenida La República se seleccionó durante el centenario de la Independencia.
Algunas avenidas recordaron en su momento la Guerra de Palonegro, tal como ocurrió con la ya mencionada carrera 27 y la calle 36. Las dos se llamaron como los dos jefes de los ejércitos conservador y liberal de esas hostilidades: Próspero Pinzón y Rafael Uribe Uribe.
Otras avenidas llegan a nuestra memoria como: la de Honduras, que actualmente es la carrera 18; la del Libertador, es decir la carrera 15; la Chorreras de Don Juan, que bordea la calle 45; y la 13 de Junio, que es nada más y nada menos que la Quebradaseca.
Son los nombres del ayer, tan olvidados por nuestra generación, pero tan célebres como los recuerdos que evocan. Ellos no representan un juego de apellidos ilustres; más bien constituyen los sagrados registros de los protagonistas de nuestra verdadera historia.
Esos nombres prácticamente se diluyeron con el tiempo. Nuestros viejos sostienen que las célebres nomenclaturas solo renacerán cuando se acabe la frágil memoria que nos acompaña a muchos.