50 años cultivando la mejor guayaba para hacer exquisitos dulces
Desde hace cinco décadas, en el corazón de Mogotes, Santander, se elaboran bocadillos, espejuelos de guayaba, arequipes, dulces de frutas y postres de leche de gran calidad, a ‘manos’ de Industrias Mogotes.
Esta empresa familiar, fundada por Samuel Montero y Ana Mercedes Vargas, una pareja de campesinos recolectores de guayaba, con una gran visión empresarial, inició la elaboración de bocadillos. Los hacían en una paila de cobre y una pala de madera.
“Mi papá era muy visionario, por eso siempre se proyectó a crecer, pero sabía que para aumentar la producción debía mejorar la maquinaria, por eso al poco tiempo de abrir la fábrica viajó a Barbosa a buscar quién le hacia unas máquinas de hierro para mover con gasolina”, cuenta su hija Bárbara, quien desde hace 25 año continúa con el legado de la familia Montero Vargas, manteniendo en alto la marca dentro de la industria de dulces a base de bocadillo.
Sin embargo, a medida que la empresa crecía, el país también lo hacía y los requerimientos por parte de las autoridades sanitarias eran mayores. “Cuando tomé la empresa empecé a hacer el cambios. Con la llegada del Invima tuvimos que aplicar el decreto 3075”, recuerda.
Valor agregado
Al preguntarle a Bárbara dónde está la diferencia de sus dulces, responde de manera precisa y segura: “son unos bocadillos exquisitos, fuera de serie. Son bajos en azúcar y no contienen ningún químico”.
Y es que según la gerente de mercadeo de Industrias Mogotes, el proceso del bocadillo mogotano requiere el triple del tiempo que en un bocadillo tradicional para salir al mercado. “Adicional a esto, los que producimos tienen cero colorantes y cero azúcar”, agrega. Además, con sus propios cultivos de guayaba.
Para el 2018 lanzará su nueva línea de bocadillos para diabéticos. “Actualmente se encuentra en proceso de preparación y valoración médica que ratifique que es un dulce dietético, una vez se tengan las aprobaciones realizaremos el registro Invima y posteriormente saldrá al mercado”, precisa Bárbara.
Esta marca que es reconocida entre sus clientes como bocadillos Mogotes, distribuye en Santander, Quindío, Atlántico, Caldas y Bogotá.
Hoy en día, Industrias Mogotes trabaja junto a ProColombia para comercializar sus dulces fuera del país. “El proceso ha sido lento porque se debe garantizar un producto de alto estándar y así conquistar mercados internacionales”.
Mientras este objetivo se cumple, Bárbara asegura que en el mercado nacional trabajan cada día para lograr una mayor aceptación y no les cueste pagar los $300 pesos por un bocadillo de su marca.
“Si la gente valorara el trabajo que tiene el elaborar un bocadillo, producir la hoja bijao con la que se envuelve el bocadillo, que tiene un proceso largo y costoso, entenderían que ese precio no es costoso”, anotó.
Mientras logra llevar sus productos a otras partes del mundo, Bárbara asegura que muchos en el extranjero ya han logrado probar sus manjares. “Nuestro bocadillo se compra mucho como obsequio y lo llevan a otras partes, esto por la presentación y sabor, porque la calidad es alta y esto le ha dado un reconocimiento en el ámbito nacional e internacional”, concluye.
Una alianza para crecer
Y fue el empaque de sus productos que le abrió las puertas a Industrias Mogotes para lograr una alianza comercial estratégica desde hace 35 años con Alpina.
“Un alpinitas (como le dicen a los colaboradores de la compañía), visitó esta zona y quedó enamorado de las cajas de balso blanco que, para distribuir sus bocadillos, fabricábamos y desde ese entonces se logró un convenio y producimos las cajas en las que se empaca el Camembert, un queso madurado, semiduro y graso de color marfil, producto de una tradición francesa que se ve reflejada en las notas de olor fuerte y sabor suave, ideales para acompañar con frutas frescas, como uvas o cerezas”, dice la empresaria.
Para los propietarios, esta alianza les ha permitido a través de los años crecer con calidad y conciencia, “nos ha permitido perfeccionar al máximo la calidad sin dejar de lado nuestro proceso artesanal”, asegura.
Para fabricar estas cajas, de manera completamente artesanal, es necesario cortar los palos de balso blanco en época de luna menguante, rayarlos y ponerlos a secar varios días al sol, para que la madera quede lisa y poder iniciar el armado de la caja, que tiene una vida útil incalculable.