¡Cambie el miedo por la esperanza!
Usted suele sentir temor por cosas que cree que no están bajo su control. No obstante esa percepción, muchas veces se trata de situaciones que no tienen la gravedad que se imagina.
Lo que sucede es que se llena de tantas cargas o pensamientos negativos, que hasta los más mínimos tropiezos le dan vida a sus denominados ‘monstruos mentales’.
La cosa es tan neurálgica que, por lo general, usted diseña en su cabeza verdaderos ‘museos del horror’ y, peor aún, se acostumbra a alojar en ellos sus ideas y sentimientos.
Si lo analiza bien, usted siempre será lo que piensa que es. Y si no abre los ojos, si no ‘mira más allá de sus narices’, si no se ‘despercude’, si se aburre o no hace algo para salir de esos estados depresivos, se hundirá cada vez más.
No puede pretender salir de su tristeza si, con su forma de pensar, va robusteciendo las cosas negativas que encuentra en su entorno.
¡Mucho cuidado!
¡Los miedos le impiden vivir!
¿Por qué? Porque la mente que se alimenta solo de lo que ella produce se vuelve ‘desnutrida’. Y esa ‘anemia’ espiritual, que no es otra cosa que un conjunto de miedos sin resolver, es una carga que le pesará tanto que lo encorvará.
Si de manera frecuente opta por echarse la culpa de todo lo que le pasa, pues terminará con el ánimo en el piso.
¿Qué hacer?
Cuando se sienta así, no puede enfrascarse más. Debe tomar las decisiones que le corresponde y no permitir que el miedo le apague su luz.
Evite que sus pensamientos se vuelvan pequeños. O sea, no se sienta inferior cuando se choque con dificultades.
Si piensa que es de ‘segunda clase’, pues así se verá y así lo tratarán los demás.
Así esté ‘bajo de nota’, usted es mejor de lo que cree ser.
Reconozca sus cualidades, sin pretender ser más que las otras personas.
Haga énfasis en todo lo bueno que usted ‘es’ o ‘hace’. Valore lo positivo que tiente hasta su máximo grado, para que pueda elevar su ánimo lo suficiente como para emprender el vuelo hacia su felicidad.
Mejor dicho: cualquier situación por la que esté atravesando, así perciba que es la más grave de todas las que ha vivido en mucho tiempo, podrá ser vencida con una mirada esperanzadora.
Una táctica para lograr ese nivel consiste en conocer bien los miedos para poder entender la forma de vencerlos. En esa batalla debe tener la mejor de todas las armas: ¡La fe!
Con ella podrá neutralizar todas las escaramuzas que traen consigo los temores.
No se trata solo de ‘pasar la página’, sino de tomar la buena resolución de actuar y de solucionar sus problemas.
¡Dios le ayudará!
Además, no puede olvidar que Dios está a su lado y, mejor aún, que Él le tenderá su mano para que pueda cruzar ese puente sobre esas aguas turbulentas.
Y en ese paso, conviene elevar una plegaria al Creador. No hay nada que no logre alcanzar una oración, excepto que esté fuera de los planes de Dios.
Ore lo que quiera, pero sin dejar de ponerse manos a la obra. Mejor dicho: rece como si todo dependiera de Dios, pero trabaje como si todo dependiera de usted mismo.
¡Libérese de su negatividad! Si lo hace se llenará de razones poderosas para actuar y sus logros serán tan grandes que comprenderá lo dicho en las primeras líneas de este escrito; es decir, que las llamadas situaciones que son tildadas de ‘preocupantes’ pronto se achicarán y, al final, las recordará como ‘temores pasajeros’.
¡Dios lo bendiga!
¡que la vida no se le derrumbe!
Es claro que muchas cosas nos pueden hacer feliz, y no hablamos solo de lo material. No obstante, basta una pequeña cosa negativa para destruir nuestro castillo. ¿Le ha ocurrido?
Si es así, debe aprender que ‘dejar las cosas’ en manos de Dios es una de las mejores estrategias para que su mundo no se desplome. ¡Bueno! No se trata de quedarse con las manos cruzadas. Es cuestión de tener la certeza de que Él lo ayudará, sin dejar de tomar el control de ese problema con sus propias manos.
Piense en las cosas que lo hacen feliz. ¿Cuántas están al alcance de sus manos y cuántas más dependen de otras personas?
El tema es sencillo. Si está en sus manos, actúe; y si no, pues practique el lema de ‘dejar hacer, dejar pasar’.
No puede depender de otros para estar contento. Solo Dios podría en algún momento interceder por usted. Y tenga presente que el Señor solo lo hará cuando lo considere necesario o prudente.
¡Confíe en Él! Tenga en cuenta que cuando usted lo reciba, muchas puertas se le abrirán.
Cuando se sienta decaído porque no obtuvo lo que deseaba, descanse y serénese, porque es claro que Dios piensa darle algo mejor de lo que espera.