El entusiasmo, el antídoto para vencer al amargado
A lo mejor usted los conoce, trabaja o vive con ellos. Son esos seres que se quejan por todo, se lamentan las 24 horas del día por los errores que han cometido y hasta parecen ‘discos rayados’ con el mismo sonsonete.
Son los amargados. Ellos hacen parte de ese grupo de personas que deciden quedarse con los brazos cruzados antes que plantearse cosas propositivas.
Alguien así contagia el ambiente y, peor aún, destila sus pócimas con palabras que taladran el corazón, con gestos que lastiman el alma y con acciones que carcomen el espíritu.
Sus tóxicos comentarios no solo reducen sus propios logros sino que, además les ponen una lupa a los errores de los demás.
De manera desafortunada, los ‘bombardeos’ de informaciones negativas abundan en estos tiempos. Eso de escuchar a toda hora que ‘estamos en crisis’, que ‘el dinero no alcanza’, que ‘las cosas están peor’, por citar solo algunas de esas frases negativas, nos está envenenando el espíritu.
Si la gente se la pasa maldiciendo por cualquier cosa que le suceda, en últimas multiplica las situaciones de miedo, frustración, ansiedad, mal humor, depresión y abatimiento. Total: se enmarca en un patético y lamentable cuadro de estrés.
Si usted está amargado, haga una reflexión y detecte de manera precisa qué es lo que lo tiene así.
Con relativa frecuencia, todo su descontento por aquello de lo que carece, en últimas, procede de su propia cobardía al no querer cambiar o buscar aquello que le hace falta. Si está triste, debe encender la chispa de su alegría, le urge reinventarse y, sobre todo, tiene que creer en que las cosas son posibles.
Las historias que acompañan a las personas positivas, en su totalidad, revelan que los triunfadores derrotaron a la oscuridad y se enfrentaron a los obstáculos. Ganaron porque brillaron y se negaron a dejar que sus derrotas los desanimaran.
Ellos tenían su propio antídoto, uno muy poderoso, llamado así: ¡Entusiasmo!
¡Por favor, no permita que la amargura le quite su brillo!
Preguntas claves
Un hombre, desesperado por problemas económicos y sentimentales, se la pasaba apesadumbrado y aburrido.
De pronto escuchó la siguiente pregunta:
¿Qué espera todavía la vida de usted?
Fue cuando recordó que desde hacía muchos años deseaba escribir un libro y analizó
que si él moría, nadie lo iba a publicar.
¡La sola idea lo salvó del tedio!
Se convenció de que él tenía una gran tarea y, en consecuencia, aceptó su propia misión.
¿Qué es lo que más desea conseguir?
¿Qué es lo que más le atrae?
¿Qué es aquello para lo cual dedica su actividad? Si responde estos cuestionamientos, sabrá para dónde va.
Póngale una sonrisa a su vida, haga realidad su sueño
Usted puede tener la certeza de que las cosas son posibles, por encima de las situaciones difíciles por las que esté afrontando.
Si hablamos, de manera literal, de soñar podríamos decir que ese acto no solo afloja la eterna tensión de los nervios; sino que además le permite identificar partes de su vida que quedan veladas por el destello de la rutina. Es como una película en donde usted puede ser el director, el protagonista, el productor e incluso el espectador de su propia vida. Para algunos el sueño es un arte poético involuntario donde la imagen que captamos, más allá de su acostumbrada exageración, es un ‘texto’ que debemos interpretar.
Ojo, no se trata de traducir al día siguiente lo que soñó y, como si se tratara de un horóscopo, esperar que todo se haga realidad. Es convertirse en un actor de cambio y llevar a escena el libreto de su sueño, al menos hasta cristalizarlo con una obra real. La idea es que si usted tiene un deseo o quiere realizar algún sueño en la vida, debe empezar por asumir el papel de ‘soñarlo despierto’.
¿Si otros con mayores problemas en la vida han vencido, usted por qué no va a poder?
Lo que sí debe tener claro es que hay que ser moderado.
De igual forma, no se puede quedar solo en el sueño escueto o en esas imágenes que llegan a su mente después de un día duro.
El sueño que Dios quiere para usted solo se realiza cuando lo asume como suyo.