Desde pequeño me enseñaron que si invocaba con fe la Bendición de Dios, para todo lo que pensara hacer, lo encontraría a Él en cada paso de mi vida.
Yo seguí esa enseñanza, que luego fue reforzada desde las aulas del Colegio Salesiano, y hoy doy fe de que sí es cierta.
La verdad es que el acto de invocar esta protección, de manera tradicional, viene del hogar y se cultiva en las relaciones entre padres e hijos.
Recibir el regalo de tal Bendición, logrando que papá y mamá le pidan a Dios por nosotros, es clave para asumir el día a día con serenidad.
Mejor dicho: Ese ‘visto bueno’ que nuestros mayores nos obsequian y que es traducido en ese deseo de pedirle al Creador que nos proteja, activa el potencial y los propósitos en la vida de cada uno de nosotros.
Desafortunadamente poco a poco se ha ido perdiendo esta bonita costumbre. Los padres de hoy deberían recuperarla, sobre todo, quienes aún tienen hijos pequeños que acogen con tanto entusiasmo este tipo de rituales.
La Bendición del Altísimo, de entrada, se traduce en bienestar; sin contar que ella también implica salud, provisión y felicidad.
¡Es una fórmula que nunca falla!
Recuerde que lo que Dios crea y avala tiene fuerza y, además, es una semilla que germina en nobles causas.
La cuestión no es solo pedir la Venia Divina y cruzarse de brazos a esperar que el éxito le llueva del cielo.
¡Hay que traducir en acción cualquier idea!
Lo que pretendo decirle es que si usted da el primer paso y empieza a transformar lo que hace en algo bello, Dios lo recompensará. Sobre todo si ese esfuerzo le apunta a ayudar a alguien desvalido o a esa persona que tocó a las puertas de su solidaridad.
Por eso, la gráfica de la Página Espiritualidad de hoy muestra el dedo pulgar hacia arriba. Porque si lo que hace es propositivo, será aprobado por Dios y luego de cada acción generosa que emprenda recibirá su recompensa.
¿Ha invocado ese tipo de Bendición y siente que nunca lo ha abrigado?
Tal vez su problema sea que se afana por las riquezas y no por el alma. Lo que debe pedirle al Señor es que le permita alcanzar su Bendición, no el dinero o el tener cosas materiales.
De pronto se ha acostumbrado a ir tras los lujos o la apariencia, y ha olvidado la verdadera esencia de vivir.
No puede alcanzar todas las cosas desvinculadas de la Bendición, sin comprender que al final este ‘guiño celestial’ es el que lo enriquecerá.
Las personas que se enriquecen de manera equivocada viven con tesoros, pero esconden una extraña tristeza. ‘Endiosan’ al dinero y, al mismo tiempo, se olvidan de vivir.
A veces el poder, antes que tranquilidad, solo atrae afanes.
Muchas familias, cuando empiezan a tener bienes, en algún momento se alejan y hasta desatan peleas absurdas por tener cada día más. ¡Y eso solo hace que sufran!
La Bendición de la que hablamos en esta página significa que, más allá de la plata, Dios le dará las cosas necesarias para vivir con tranquilidad y para servirle a la gente. También le servirá para conocer el amor de verdad, para estar pleno y, en últimas, para ser feliz.
Su corazón debe anhelar esa Bendición, no para ganarse el baloto sino para estar bien. Recuerde que cuando pida la protección del Creador, el bien se le multiplicará.
Hay algo más que es importante que trae la Bendición que usted recibe: ¡Ella también les llega a quienes le rodean!
Cuando se es bendecido, con esa misma paz que siente, usted se encarga de hacer cosas buenas por los demás.
¡Dios lo bendiga!