¡Arranque ese dolor!
Extraer significa que algo sale de algún sitio. Casi todos nosotros, en algún momento de nuestras vidas y por determinadas circunstancias, necesitamos sacar muchos rencores, desamores, angustias e incluso necedades.
Nos corresponde erradicar todo aquello que no nos está haciendo bien y, por esa misma razón, esos ‘lunares del alma’ deben estar lejos. De manera desafortunada, en estos casos no es fácil conjugar el verbo ‘extraer’. Es como cuando a uno le extraen una muela: así nos anestesien, sentimos mucho dolor y un tremendo vacío por la pérdida.
Cuando se trata de nuestra vida emocional o espiritual, el asunto es más complicado. Lo digo porque no podemos sacar algo abstracto así como así.
A veces deseamos quitarnos un problema que tenemos encima o salir de una situación incómoda pero, a pesar de que lo anhelamos, no lo logramos.
No obstante, hay que dar ese paso. De lo contrario, ese dolor se convertirá en un pozo que se va haciendo cada vez más profundo.
Hay que enfrentar lo que nos preocupa con dignidad; es decir, desterrar los miedos y ver la vida desde otra perspectiva para poder encontrar las salidas.
Nos es preciso encontrarnos con nosotros mismos para aprender a querernos, a valorarnos, a respetarnos y, por supuesto, a mejorar nuestra autoestima.
En esta tarea de sacar las ‘muelas que nos hacen doler el alma’, no debemos sentirnos culpables, ni tampoco echarles la culpa de nuestra situación a los demás.
Hay que asumir las responsabilidades.
Aceptar nuestros errores ayuda a entender lo que nos ocurre. Es indispensable tener carácter y fuerza de voluntad para eliminar reproches o sentimientos negativos que, dicho sea de paso, son productos de una historia personal y de una situación que nos negamos a admitir. Solo sacando tanta basura tendremos la oportunidad de ir reacomodándonos.
Todo es con paciencia, pues aquí no hay fórmulas mágicas; en esto tendremos avances, pero también retrocesos.
Debe hacer cohesión en nuestro actuar para que las cosas fluyan. También es indispensable ser consientes de nuestra realidad, establecer un trato ameno y cordial con nuestra cotidianidad y apuntarles a las salidas de nuestras crisis.
Ahora bien, el tema no termina en sacar el dolor. A diario vivimos tantas cosas, que es vital el saber hacia dónde ir.
Y para ello se requiere de orientación, de analizar qué es lo que nos conviene y reflexionar sobre lo que buscamos. Todo ello nos servirá siempre de motivación y de esperanza para desterrar, de una vez por todas, los dolores que suelen atormentar a nuestras almas.
Para tener en cuenta
Hay gente que padece de tantos dolores que, de manera literal, se acostumbra a ellos. Es más, con el paso de los años, esa misma gente sufre cada vez más angustias.
Yo sé que el dolor tiene un gran poder educativo; que nos hace mejores y misericordiosos; que nos vuelve hacia nosotros mismos y que nos persuade de que esta vida no es un juego, sino un deber. No obstante, no podemos permitirnos vivir tristes a toda hora.
Es cierto que algunas crisis son necesarias en la escuela de la vida, pero debemos tener claro que no vinimos a este mundo a sufrir.
Es preciso aprender las lecciones pero, al mismo tiempo hay que superar los obstáculos.
Por ello es tan importante vivir espiritualmente; es decir, ser conscientes de nuestra situación, conocer, amar y obrar de manera apropiada. Solo así las dificultades se solucionarán.