Nuestros estados de ánimo
¿Le ha ocurrido que un día se levanta con ganas de ‘devorarse al mundo’ con su optimismo y al otro amanece de mal humor o deprimido?
¿Cómo explicar que en tan poco tiempo cambie su semblante?
No es que esté paranoico, ni que sea bipolar. Lo que le ocurre es que usted, como yo y como muchos, estamos a la merced de nuestros traicioneros estados de ánimo.
Todo está ligado a las tensiones y a la rutina misma. No dormir bien, los quebrantos de salud, no hacer sanos ejercicios, los malos hábitos alimenticios, y sobre todo los errados ‘estilos de pensamientos’ que almacenamos a diario influyen negativamente en nuestra vida.
De manera desafortunada, muchos nos dejamos manipular por las circunstancias o, lo que es peor, permitimos que las actitudes o acciones de otras personas sean las que arruinen nuestros días.
Y si bien no somos tan responsables de esas emociones, de nosotros sí depende lo que hagamos con ellas.
Porque así como los estados de ánimo nos marcan, también tenemos el poder de cambiarlos. Y esa libertad está en nuestro interior; no afuera.
Es decir, poseemos la potestad de elegir la forma como nos queremos sentir. Aunque hacer eso es ser algo prácticos, algunos tildan a esa estrategia como la ‘inteligencia emocional’.
¿Cómo llegar a ese estado?
La verdad, es un asunto de actitud.
Todo depende de las ideas que elijamos para acompañar nuestro entorno.
¡Claro! No se trata de forzar nada. Para tener un mejor semblante, primero es preciso comprender qué es lo que nos está pasando o qué estamos sintiendo.
En la medida en que afrontemos las dificultades con un análisis objetivo y decidamos estrategias válidas, podremos tomar una decisión definitiva sobre nuestro estado de ánimo.
Es como ‘poseernos’ a nosotros mismos. De esta forma podremos vivir sin alterarnos.
Por ejemplo: si alguien nos ofende con improperios o nos contradice, decidimos no exaltarnos y desarmamos cualquier ofensa.
También hay que aceptar lo que pasa, sin que por ello debamos resignarnos a sufrir. Es como dejarnos llevar pero, al mismo tiempo, ser conscientes de que podemos ponerle freno a esa sensación.
Todas las emociones son comprensibles. Lo digo porque a veces queremos estar alejados y desahogarnos. En ese orden de ideas, llorar suele ser saludable. Lo importante aquí es no hundirse en un mar de lágrimas.
En síntesis, podemos hacer conscientes nuestros estados de ánimo y, por ende, debemos hacer esfuerzos por regularlos.
¡Les deseo muchas bendiciones del cielo!