¡Liberarse!
Es preciso ponerle fin a esa falsa creencia de que únicamente a través de los otros, de determinado trabajo, de ciertos momentos o situaciones nos podemos realizar o ser felices.
Es importante replantear la manera de pensar y entender que nos debemos soltar, antes que agarrarnos.
Los apegos nos hacen depender y nos obligan a vivir circunstancias que con frecuencia generan dolor y angustia. Ellos, de manera literal, son los paredones que levantamos entre nosotros y la vida que deseamos vivir.
Nuestra autoimagen y autoestima se encuentran alteradas y, por lo tanto, los niveles de amor y de respeto hacia nosotros mismos son tan pobres, que creemos que solo somos importantes en la medida en que los demás nos reconozcan.
¿Por qué nos ocurre ello? Porque vivimos con temores y rechazamos cualquier posibilidad de cambio.
Nos atamos demasiado a algo que queremos y, ante la menor posibilidad de perderlo, los miedos nos invaden. Al final les asignamos a ciertas cosas o personas más importancia de la que realmente tienen.
Lo peor es que no nos damos cuenta. Muchas veces seguimos pegados, casi que con babas, a relaciones tormentosas o a trabajos aburridores sin darnos cuenta que al girar nuestra vida sobre esos ‘soles’ nos estancamos.
¿Por qué nos empecinamos en ver el mundo de una manera tan terca?
No trabajemos para llevar vidas aferradas a ilusiones. Debemos ser plenos y felices.
Estar agarrados a recuerdos del pasado o a lo que ya no tiene el mismo encanto, lo único que hace es confirmarnos que las cosas no cambian. Y tarde o temprano, la angustia y la frustración se apoderarán de nosotros. Lo peor es que seguimos creyendo que sin esas ataduras moriremos, cuando es todo lo contrario.
Es un error que nuestra estabilidad emocional y nuestro sentido de la vida dependan del afecto y de los momentos de felicidad que nos proporcionan otros seres.
Ojo: Corremos el riesgo de ir tratando de llenar carencias que solo se pueden colmar valorándonos a nosotros mismos. Es hora de poner los pies en la tierra, analizar el presente y permitir que las cosas fluyan, en vez de intentar controlarlas para retenerlas a toda costa.
LO QUE NOS ATA
¿Qué es lo que nos produce apego?
¡Muchas cosas!
Están los sentimientos, los recuerdos y la absurda idea de pensar que dependemos de los demás para ser felices.
Tener una personalidad dependiente, ya sea a un ser humano, a algo material o a determinada circunstancia, puede ser traumático.
Muchas veces nuestro modo de pensar nos impide soltarnos. Por alguna razón, nos sentimos incapaces de cambiar nuestros pensamientos y nos empecinamos en defender tesis obsoletas.
Sea como sea, todas esas actitudes y emociones son negativas y nos hacen sufrir sin necesidad. Y como con el apego mantenemos una posición ‘cómoda’, porque no tenemos que enfrentar los cambios, terminamos estancados.
Así las cosas, no podemos mantenernos aferrados al pasado porque ello nos impide el crecimiento.
Debemos ser más flexibles y entender que no siempre tenemos ni el control ni el poder sobre las personas o las cosas.
O fluimos con los cambios o nos quedamos atrapados.
Total: la clave es soltarse y dejar ir aquello que no ayuda a crecer. Para ello requerimos, además de fuerza de voluntad, de aceptación y determinación.