Ante la ‘tormenta’ del cambio
Las manecillas del reloj siempre nos recuerdan que la vida es movimiento. ¡Todo pasa y también todo se transforma!
Nuestra propia existencia es una realidad en constante cambio; es decir, cada día aparecen nuevos retos y en la medida en que los vayamos enfrentando podremos ir evolucionando.
Si eso es así, ¿Por qué nos aterran los cambios?
Porque nos gusta la comodidad y cualquier modificación nos hace salir de nuestra zona de confort.
El tema es más traumático cuando disfrutamos de cierta estabilidad.
Sin embargo, por la acción de nuevas exigencias o por alteraciones de las circunstancias, la vida parece señalarnos nuevos caminos, a veces difíciles e inciertos.
No deberíamos tener miedo de enfrentarnos a las situaciones nuevas que se nos presenten. El solo hecho de asumirlas y decidir resolverlas nos permitirá salir más fortalecido y con mayores y mejores experiencias.
La vida misma nos obliga a tomar algunas decisiones que hacen que tengamos que actuar de manera diferente a como habíamos creído.
Esas son las ventajas de las famosas ‘crisis’, pues casi siempre nos instan a cambiar para crecer y para mejorar.
Cuando se nos mueve el piso, por ‘x’ o ‘y’ motivo, estamos obligados a adoptar actitudes diferentes, en las que se ponen a pruebas nuestras capacidades de adaptación frente a los condicionantes o frente a agentes externos que rompen la estructura de nuestras rutinas.
De pronto no nos hemos dado cuenta, pero este año que comenzó hace ya algunas semanas llegó con una serie de cambios que serán importantes y trascendentales para nuestra vida futura.
Cada uno de nosotros, en determinado aspecto de nuestras vidas, estamos atravesando por un estado de transición que da paso a una nueva organización. Es probable que experimentemos esa sensación en el trabajo o en nuestras relaciones.
¿Somos conscientes de esto?
¡Tal vez sí, tal vez no!
Sea como sea, ante los cambios, pueden darse dos momentos. Uno de ellos, que es con el que yo más comulgo, es el permitir que todo fluya naturalmente, sin presionarnos ni llenarnos de ansiedades.
El otro momento, el más traumático, es cuando los cambios llegan con tormentas, las cuales hacen que estos procesos se vean inmersos en un clima de angustia.
De todas forma, debemos tomar los cambios con calma para poder obtener de ellos los aspectos más positivos, y para evitar que en el futuro no tengamos que sufrir las consecuencias de decisiones erradas.
Si somos capaces de canalizar las situaciones y las ponemos a nuestro favor lograremos una perfecta transformación y, por ende, podremos superar las limitaciones que el temor al cambio nos impone.
Si por el contrario nos estancamos en ese estado de desequilibrio y nos atormentan sentimientos paralizantes, la situación se volverá insostenible y, sin darnos cuenta, nos achantaremos.
Esta es una sana invitación a asumir de manera alegre los cambios porque, con esa actitud, tales alteraciones nos van a resultar y nos traerán benéficos resultados.
Aceptar los cambios, como compañeros de este viaje de la vida, nos dará la oportunidad de fortalecernos, de crecer, de transformarnos y, sobre todo, de afrontar la vida con mayor plenitud.