Bucaramanga
Comprender las diferencias
Nos corresponde ser amplios de criterio y, por ende, no comportarnos como intransigentes.
Muchas veces insistimos en tener la razón ‘contra viento y marea’ sin prever que, con esa necia actitud, cometemos errores o lastimamos a quienes nos rodean.
Deberíamos mermarles a esos ‘tonito’ fastidiosos y petulantes con los que solemos tratar a las personas con las que pretendemos conversar.
Recordemos que, pese al valor de los argumentos o los juicios que emitamos, nuestros puntos de vista no son la medida universal de lo que debe ser.
No somos ‘todo....poderosos’ y las opiniones de nuestros vecinos o semejantes también cuentan. Necesitamos de los demás, al igual que otras personas necesitan de nosotros.
Teniendo en cuenta que no somos infalibles nos conviene cambiar de manera de actuar, al menos para que la soberbia no nos consuma.
Bajo el argumento de la prepotencia, consumimos demasiada energía tratando de protegernos o manteniendo con vehemencia ciertas posiciones radicales que no nos ayudan a crecer.
Dejemos de vivir buscando peleas y aceptemos las cosas de la existencia tal y como ellas vienen, sin que por ello tengamos que resignarnos.
De esta forma podremos vivir con más tranquilidad y permitiremos que nuevas experiencias y personas vengan hacia nosotros y le den más nutrientes a nuestra existencia. Varias gotas de modestia y de sencillez nos sentarían a las mil maravillas.
Actuando así descubriremos que, al estar libres de las batallas campales en materia ideológica, la vida se nos hará más amable y placentera y que nuestros planes serán más dignos de ser vividos.
Tomemos las cosas con calma y estemos abiertos a los conceptos y a los puntos de vista del prójimo.
El valor de ser flexibles cobra especial importancia en estos tiempos ‘modernos’, cuando algunos asumen posiciones racistas, esgrimen argumentos homofóbicos y unos cuantos más son elitistas.
Es clave ser receptivos y abrirnos a perspectivas diferentes, aunque eso no implica ‘negociar’ nuestros principios.
Una situación política, las decisiones locales o incluso las preferencias por ‘x’ o ‘y’ credo, entre otras formas de ser, no pueden ser comprendidas solo desde lo que digan los de la ‘derecha’ o los de la ‘izquierda’; ni mucho menos por lo que expliquen los que se creen dueños de la opinión pública.
El solo aceptar que no siempre tenemos la verdad nos invita a desarrollar cualidades internas como la resiliencia, el desarrollo de nuestra experiencia interna de calma y, por supuesto, nuestra capacidad de estar serenos en los momentos más difíciles.
Entender que no somos seres rígidos y que tampoco estamos obligados a estar sometidos a determinadas estructuras, también nos devuelve el dinamismo. Todo ello nos permite crecer y, al mismo tiempo, nuestra capacidad de reinventarnos logra seducirnos más.
Empatía
A ciertos funcionarios públicos, profesores, jefes, compañeros de oficina, padres de familia, vecinos de barrio, sacerdotes y en general a los ciudadanos nos hace falta al menos una cucharada de empatía.
¿Por qué lo menciono?
Por la poca habilidad que tenemos para interpretar, de una manera propositiva, los pensamientos, sueños, deseos, sentimientos o preocupaciones de los demás.
Cada vez que algo va en contra de lo que pensamos, nos vamos lanza en ristre contra medio mundo.
Nos falta ponernos en los zapatos de los otros para comprenderlos y responderles de forma adecuada.
Con esto no quiero decir que debamos decirles a todos que “sí”. Tener empatía no quiere decir que compartamos las opiniones de todos, ni que estemos de acuerdo con sus maneras de interpretar la realidad.
¡Es simplemente saber escuchar!
Lo estoy invitando a conjugar el verbo comprender. Cuando manejamos esta palabra como es debido, entendemos las diferencias y nos volvemos tolerantes.
La empatía nos ayuda a respetar reacciones, emociones u opiniones ajenas.
¡Es buena una sana dosis de empatía!