Espiritualidad
Sí es posible
El valor de la existencia estriba más en su contenido, que en la duración. De hecho no vive más el que más calendarios cumple, sino el que les saca el mayor provecho a sus días.
Es esencial vivir cada segundo como si fuera el último, pero también es clave planear el horizonte como si no tuviesen fin para llegar más allá de lo imaginado.
De igual forma deberíamos ignorar las amarguras y, en cambio, disfrutar de los buenos momentos para no arrepentirnos más tarde del tiempo perdido.
Los días pasan por nosotros, como el agua entre los dedos y ni nos damos cuenta. ¿O acaso no ha visto cómo se nos ha ido diluyendo este 2017?
Ahora bien, en el trasegar por este mundo se puede cambiar. Con cierta regularidad algunos acontecimientos nos llevan a otros rumbos.
Nos es preciso adaptarnos a las nuevas condiciones, volviéndonos a plantar y abonando la semilla del entusiasmo, de manera que las raíces puedan alcanzar más confianza y esperanza en nosotros y en nuestra habilidad para salir adelante.
A veces lo único que se necesita es soltar todo aquello que nos pesa, descargar nuestra mochila de cosas, de personas y de situaciones que no nos pertenecen.
En este orden de ideas el disfrute del sano esparcimiento también es vital; no todo es trabajo. Solo por hoy establezca un programa detallado, ajeno a sus labores diarias.
¡Escape de la rutina! Tal vez no cumpla del todo su plan, pero intente llevarlo a cabo. Si lo hace, creará una barrera para no embadurnarse de aburrimiento.
Lo esencial para la felicidad radica en lo que tenemos por dentro.
Ojo: Poseer algo no se puede entender como guardar millones de pesos o vivir rodeado de comodidades.
De hecho, en la misma sencillez usted puede ser más feliz que muchas de las personas llamadas ‘poderosas’. Hay gente que más allá del dinero que tiene jamás se siente feliz.
Por más poder que ostentemos, la dicha de vivir no logrará seducirnos si no sabemos amar ni respetamos a los demás. No necesitamos fama, títulos nobiliarios, ni mucho menos plácidos frutos para que el corazón nos lata de felicidad. Basta solo con tener un motivo para vivir.
Tampoco debemos pedir que las cosas se hagan como queremos; sino como Dios quiere que ellas sean.
Muchas veces encontramos nuestra felicidad cuando más reducidos estamos. Porque, léase bien, lo esencial para la felicidad es lo que tenemos en el alma y lo que somos capaces de ofrecerles a nuestros semejantes.
Mejor dicho, para ser feliz, solo nos hacen falta dos cosas: cerrar los ojos para dejarnos amar y abrir las manos para servirles a los demás.