Uno de los verbos que rara vez conjugamos en nuestra cotidianidad es el de “aterrizar”.
Si bien tal acción es, de manera literal, un ejercicio para los pilotos y sus respectivos aviones, me encanta la idea de tener siempre un ‘polo a tierra’.
No estoy hablando de una vara de cobre que nos ate al piso, sino de caer en cuenta del momento en el que nos elevemos demasiado.
Lo que pretendo decir es que, es preciso no perder de vista las posibilidades reales que se tienen ante una situación específica.
Nos corresponde ser conscientes de las variables y, sobre todo, evaluar las expectativas que nos creamos ante algo.
En nuestras relaciones afectivas, en los negocios y en algunas competencias solemos desbordarnos y pasamos la línea de la realidad.
A menudo olvidamos los postulados y tratamos nuestros sueños como si se trataran solo de ‘soplar y hacer botellas’.
La vida no es así de ‘simple’.
Eso nos pasa porque dejamos que los anhelos se sumerjan en un ‘mar de abundancia’, sin prever que podemos hundirnos en él.
Resulta clave analizar cada proyecto que emprendamos con sus ‘pro’ y sus ‘contra’. No podemos pretender construir aeropuertos en los patios de nuestras casas.
No estoy diciendo que nos limitemos, pero sí es fundamental entender que hay que ser prevenidos o cautelosos, y no lanzarnos al ruedo como auténticos voladores sin palos.
Hay que respirar profundo, sentir en pleno nuestras emociones y movernos con libertad. No obstante, lo esencial es no dar pasos en falsos, porque al hacerlo los totazos que nos damos nos dejan fuera de base.
Lo que estoy sugiriendo en este texto es algo así como poner los pies sobre la tierra. O sea que no están de más unas cuantas gotas de precaución, para no ir por ahí estrellándonos con ilusiones absurdas o pasadas de voltaje.
Total: Podemos volar sin que debamos despegarnos del suelo. Suena difícil de comprender esta frase, pero hay que evitar volar a punta de fantasías y de cosas que están fuera de nuestro alcance.
Quiero reiterarles que no estoy sugiriéndoles que castremos nuestro entusiasmo, sino que seamos moderados para no frustrarnos con los resultados.
Debemos llevar una vida con mayor equilibrio, dosificar nuestras ilusiones y, sobre todo, no pasar demasiado tiempo de nuestra vida con la cabeza en las nubes.
Recomiendo tres formas de actuar que nos hacen aterrizar: ser humildes, ser prácticos y ver la vida con los lentes de la claridad. Todo esto implica enfrentar nuestro propio ego y ver más allá de nuestras narices.