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Espiritualidad
Jueves 15 de agosto de 2019 - 12:00 PM

El árbol de los acuerdos

Nada de imposiciones Tampoco pretenda pisotear a los demás. En un proceso de búsqueda de un acuerdo, la clave es que cada parte concilie en pos de los intereses comunes.

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El árbol de los acuerdos

En México, frente a un reconocido centro de estudios, existe un sitio que se conoce de manera popular como el árbol de los acuerdos. Se trata de una especie natural que ofrece una bonita sombra y que a la vez se convirtió en el centro de reunión de estudiantes, docentes y directivos del plantel para resolver diferencias en torno a la academia.

Este hermoso árbol nos recuerda a todos que un acuerdo es eso: un convenio entre dos o más partes que nos permite encontrar un abrigo para todos bajo la sombra de la conciliación.

¿A qué viene el tema? A que con relativa frecuencia nos enganchamos en nuestros puntos de vistas y no contemplamos las versiones de los otros.

Asumir posiciones está bien, lo malo es descalificar o pisotear con ellas las posturas de los demás. Hemos aprendido a defender nuestras tesis, pero lo que no sabemos hacer en la vida es conciliar.

En una mesa de negociación, en donde se plantea un amplio menú de posibilidades, nos cuesta demasiado trabajo respetar lo que opinan nuestros detractores y, por ende, no hemos aprendido a ponernos de acuerdo.

¡El reto es concertar! En la oficina de trabajo, en la calle, en la casa, en nuestro círculo social e incluso en el amor no sabemos pactar. Muchas relaciones funcionan de manera deficiente porque priman las reacciones emocionales sobre las racionales, porque se mezclan las personas con los problemas o porque se busca obligar antes que convencer.

En lugar de mejorar el diálogo, peleamos con la contraparte por nuestra terca visión y no aprendemos a opinar con objetividad sobre el diario acontecer.

En realidad existe un ambiente mutuo de desconfianza y casi siempre cada uno quiere imponer sus puntos de vista a como dé lugar.

¿Cómo conciliar? No creo que exista una regla fija ni fórmulas exactas en ese sentido. No obstante, sí es posible hacerlo. Desde mi perspectiva hay que asumir una actitud constructiva y propositiva.

Lo anterior implica actuar de tal forma que se fortalezcan todos los elementos de las partes en conflicto sin sacrificar principios ni valores, pero conjugando uno de los verbos más sagrados en cualquier tipo de relación: el del respeto.

En un escenario de conversaciones siempre hacen presencia los intereses y las posiciones de las partes. Diferenciarlos será fundamental.

Debemos comprender que existen diferentes posibilidades y formas de llegar a acuerdos.

Algo que debo aclarar es que no se puede buscar un acuerdo a cualquier precio, porque los resultados suelen ser inefectivos y poco claros. También es preciso eliminar los chismes y sobre todo acabar con la mala comunicación que destruye las relaciones y enrarece el ambiente.

Todo lo que estoy planteando no es otra cosa que actuar en función de entender cabalmente a la otra parte, y simultáneamente lograr que quien está al otro lado de nuestro bando nos escuche y al menos sepa respetar nuestra argumentación.

Nadie puede imponer nada. Todo acuerdo se logra en forma amistosa y eficiente. En cambio, si surge una imposición queda la sensación de intransigencia y arbitrariedad.

Les propongo algo: ¡Lleguemos a un sano acuerdo!

EL CASO DE HOY

Las inquietudes asaltan con frecuencia a nuestro estado de ánimo. No obstante, con cada cuestionamiento tenemos una posibilidad más para afrontar un nuevo horizonte, ya sea razonando o aplicando sanas estrategias para el alma. ¿Cuáles son esos temores que lo asfixian en la actualidad? Hábleme de ellos para reflexionar al respecto en esta sección. Envíeme su testimonio al siguiente correo: eardila@vanguardia.com En esta columna, yo mismo le responderé. Veamos el caso de hoy:

Testimonio:

“Atravieso por una situación difícil emocionalmente hablando y no sé qué hacer. Algunos me aconsejan consultar al sicólogo para que me inicie en terapias y pueda desahogarme. No obstante, siento que al hacerlo estaré dando muestras de debilidad. No sé si dar ese paso. Aconséjeme por favor”.

Respuesta:

No considero que ir al sicólogo deba ser una imposición, sino una decisión que debe partir de usted mismo. Tampoco creo que debe consultarlo como un camino para desahogarse.

Ojo: este especialista sí puede darle pautas para afrontar esa situación emocional por la que atraviesa; pero salir del atolladero será su decisión y su responsabilidad.

El sicólogo lo asesora con herramientas científicas y médicas que obviamente son recomendables y sanadoras.

De hecho, en esta columna recomiendo visitar a este tipo de profesionales, pues ellos más que nadie pueden dar luces para muchas cosas de la vida.

No entiendo por qué sostiene que si va al médico dará muestras de debilidad. ¿Sabe algo? Todos debemos dedicarnos atención y cuidarnos, no solo con la salud sino también con los pensamientos. Así las cosas, acudir al sicólogo, cuando así lo creamos conveniente, es una buena estrategia.

Tenemos que admitir que, en algunos momentos difíciles, somos incapaces de resolver ciertas situaciones relevantes para nuestra vida.

Nadie es feliz todo el tiempo. O sea que si aparecen episodios de melancolía no hay que culparse ni avergonzarse por ello. Tampoco hay que ignorar la situación pensando que es ‘lo normal’ y no hacer nada para salir de ese estado.

¿Es su caso?

Si ese estado emocional en el que se encuentra le genera malestar, afecta su tranquilidad y lo llena de incertidumbre de manera inexplicable, no está de más acudir a una consulta profesional.

¡Y eso no significa que esté loco!

Si lo que le inquieta afecta su vida cotidiana de manera extrema busque asesoría profesional. Pedir ayuda, antes que debilidad es un acto de madurez.

Hay dolores emocionales que requieren de ciertos bálsamos y tal vez usted necesita con urgencia esos alivios.

No espere a tocar fondo para decidir consultar un sicólogo.

Y alejándome un poco del tema de la asistencia sicológica, quiero que reflexione sobre lo siguiente: En el fondo usted sabe lo que quiere, lo que tiene y lo que siente.

Al leer su carta percibo que el fondo tiene claro qué es lo que le sucede y tiene temor de enfrentar su realidad.

Perdóneme si me equivoco en el diagnóstico, pero sí considero vital que haga tal reflexión.

Pienso que debe escucharse a usted mismo y entender que, si bien necesita una orientación sicológica, también tiene que ser sincero con usted mismo y afrontar ese asunto emocional que lo atormenta hoy.

Si pese a ello percibe que no tiene control de ciertos acontecimientos cotidianos, somatiza sus problemas con dolores de cabeza, taquicardias, presión en el pecho; llora con mayor frecuencia de la habitual o padece de ráfagas seguidas de rabia, angustia, desesperanza o impotencia; es probable que deba reservar una cita profesional con los expertos de la sicología.

¡Dios lo bendiga!

REFLEXIONES CORTAS

ESA LUZ

¡Confíe en su intuición! Deje que su espíritu brille con la luz interior que se anida en el corazón.

ALMA

Si falla en nutrir su alma, ella se marchitará. Aliméntela con fe, amor y serenidad.

OBSERVAR

No es suficiente con ver, hay que observar. La vida tiene varias perspectivas importantes.

AMIGOS

Las crisis no quitan amigos, los seleccionan. Con ellas sabrá si ellos lo apoyan de verdad.

DECIDIR

No importa la decisión que tome hoy. La clave es que lo que decida al final lo haga feliz.

CRECER

Haga algo que le permita crecer en la vida, al fin y al cabo las oportunidades no vuelven.

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