La maternidad, “quien lo vive es quien lo goza”
A veces me gustaría armar un movimiento en pro de añadirles a los cursos profilácticos módulos especiales para hablar de lo emocional. Que vengan con advertencias, avisos y el principio básico de que una cosa es el idilio infinito que nos pintan sobre la maternidad y otra, la realidad dura y chistosa con la que chocamos muchas de nosotras.
Por eso le pregunté a un grupo de amigas qué era lo que más les había llamado la atención de su rol como mamás y reuní algunas conclusiones:
El embarazo. A algunas les va buenísimo, pero a otras les pasa de todo. Por ejemplo, estornudar y hacerse pipí al mismo tiempo, verse como un hipopótamo a causa de la hinchazón, ponerse calva, sufrir de acné y enfrentar los cambios hormonales y la falta de memoria hasta extremos inimaginables.
Las que renuncian a sus trabajos y deciden quedarse en casa para cuidar a sus hijos y dedicarse al hogar, se vuelven –según la sociedad- en unas desocupadas, en las que “no trabajan”. ¡Qué locura! No hay trabajo más duro que estar en casa atendiendo mil asuntos a la vez, volviéndote un pulpo con la lavadora, el desayuno, la tarea de un hijo y el llanto del otro; inventando juegos para que ellos se entretengan, llevándolos a sus actividades extra-escuela, tratando de sacar un tiempito para ti misma, limpiando el reguero, estando siempre sonriente y dispuesta cuando llega el esposo. Si eso no es un trabajo, ¡hágame el favor y explíqueme qué es!
Nos volvemos sicorrígidas. Pero es que no hay otra manera, porque si no te organizas bien, todo saldrá mal. Si vas a salir en familia, debes arreglarte tú primero muy temprano para poder hacer el resto: bañarlos, vestirlos, convencerlos de hacer todo más rápido, ordenar la pañalera y el coche, empacar la comida que debes llevar y ponerte de acuerdo con tu esposo. Típico que cuando llegan a su destino, algo se les olvida o peor aún, siempre llegan tarde.
Ni hablar de si te vas de paseo y tienes que hacer maletas y organizar todo. Te cuento que las cosas nunca salen como las planeaste, porque la vida de mamá es impredecible y más si vas en avión.
Una de mis amigas me hablaba de la ‘ley de Murphy de las mamás’: “Cuanto más se demora uno en la cocina, menos le gusta la comida; si vamos de afán, va a ensuciar el pañal justo antes de salir; comprar el juguete más caro de todos y prefiere jugar con la caja; pelear todos los días para que se despierte para el jardín o el cole, pero el domingo sí se despierta solito a las 5:30 am”.
Todo el mundo opina y tiene una concepción diferente sobre la maternidad y la crianza. Esta es una dura e interminable batalla que yo no quiero librar.
El cerebro de las mujeres funciona diferente. Desde que soy mamá, pregunto la misma cosa cinco veces porque se me olvida que ya la había preguntado, busco las gafas por todos lados aunque las lleve puestas y he dejado llaves y objetos personales en la nevera. Es una falta de concentración tan impresionante, que tengo miedo de mí misma.
Y eso de lidiar con las pataletas es un tema de estudio muy complejo. Cuando se te acaba la paciencia, significa que tienes un problema de tu infancia no resuelto; si estás alterada, afectas a tu hijo porque le transmites tu energía; para tratar un berrinche tienes que estar calmada, serena y segura. ¡No, lo que uno tiene que hacer antes de ser madre es someterse a un exorcismo y estudiar Psicología! Yo veo que esa es la única manera de saber cómo actuar para no causarles traumas futuros a los hijos.
Porque de verdad, nadie te dice las cosas como son. La maternidad se vuelve un descubrimiento constante, un vaivén y una sorpresa. Es una verdadera escuela y un aprendizaje interminable y es la gran oportunidad de volvernos mejores seres humanos porque tenemos la responsabilidad de educar y criar a esas personitas encantadoras que trajimos al mundo.
¡Feliz día de las madres!