Si no hacemos nada, en dos años no habrá Chiribiquete

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Foto: Fundación Herencia Ambiental y Jota Arango

La agonía del gigante de 4 millones de hectáreas. La pena de no preservar sus 708 especies de plantas. La zozobra de no saber nada de sus 209 variedades de mariposas. Chiribiquete y su pena.

El drama se resume así: tras un año de ser protegido por la Unesco, la deforestación lo tiene en jaque, al punto de que Carlos Castaño-Uribe, el antropólogo que estuvo al frente de las investigaciones y quien hace 30 años lo descubrió, aunque no lo dice literalmente, estaría más feliz si el hallazgo hubiera muerto con él.

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El calvario empezó el 1 de julio de 2018, hace 11 meses, cuando Chiribiquete fue noticia mundial debido a que la Unesco declaró este Parque Nacional Natural –el más grande del país- enclavado en los departamentos de Caquetá y Guaviare, patrimonio mixto de la humanidad.

Desde entonces pasaron dos cosas: la primera, una oleada de turistas llegó al parque sin entender, por ejemplo, que hay sitios sagrados que no se pueden pisar. La segunda: la guerrilla, tras el Acuerdo de paz, dejó la zona y la deforestación empezó su reinado. Eureka, quienes tumban bosques para armar parcelas y los empresarios ilegales de madera encontraron una mina de oro.

“A lo largo de tres décadas de investigación, nunca me sentí cómodo con dar a conocer la existencia de Chiribiquete y todo lo que tenía por dentro. La angustia era porque sabía de la incapacidad para protegerlo adecuadamente. Cuando era director de Parques Nacionales, para mí, siempre fue un dilema cómo preservarlo porque rebasaba, con creces, la capacidad del Sistema de Parques Nacionales. Aunque la infraestructura no existe, le dijimos a la Unesco que éramos capaces de protegerlo y, gracias a eso, se fueron convencidos”, explica Castaño-Uribe.
Todo empezó así

Cuenta que una vez declarado el parque, en 1989, se dieron cuenta de que era necesario iniciar la investigación. En 1990 lograron poner, por primera vez, los pies en el parque y comenzaron las expediciones científicas.

En ese proceso descubrieron, relata Castaño-Uribe, que Chiribiquete es uno de los únicos tepuyes (formaciones rocosas) que está enclavado en la Amazonia, “eso lo hacía muy atractivo desde el punto de vista de la biodiversidad. Además, es el más occidental que tenemos en Suramérica”.

Entre los hallazgos que se hicieron en sus tepuyes, informó la Presidencia, se identificaron cerca de 50 paneles con aproximadamente 70.000 pinturas de arte rupestre.

Fue así como se entusiasmaron y, en 2005, se presentó el primer documento técnico para convertirlo en Patrimonio de la Humanidad. Después de eso, apareció una alerta: “la Unesco nos invitó a resolver varios aspectos, entre los cuales el más complicado era la capacidad institucional para defenderlo. En ese momento, el parque todavía era inexpugnable, se mantenía en un estado de conservación prístina. A medida que avanzamos en las investigaciones notamos que era necesario encontrar estrategias para su protección”.

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En 2015, el Sistema de Parques Nacionales intentó, nuevamente, convertirlo en patrimonio. No solo para terminar de acopiar una gran cantidad de información científica –explica Castaño-Uribe-, sino para orquestar la capacidad de gestión y protección de la región.

“Durante tres años estuvimos estructurando un documento técnico. Teníamos que demostrar que no había otro lugar en el mundo con las condiciones, las características y los atributos de Chiribiquete, y, por lo tanto, requería ser protegido para la humanidad”.

¡Y lo lograron! Sin embargo, desde ese momento el rumbo del parque cambió. Para entender las dimensiones de lo que está pasando, Castaño-Uribe realiza un diagnóstico y pide ayuda, dice literalmente, que hay que parar ya con la deforestación.

¿Qué pasa con el parque?

“Estamos en un momento lamentable de la gestión de Chiribiquete porque perdimos el horizonte, la capacidad de seguir adelantando el fortalecimiento de nuestras capacidades, entre otras cosas, porque todo iba de la mano con el Acuerdo de Paz. No debemos olvidar que, en su periferia, han estado grupos insurgentes que han visto en la selva su sitio de protección. Ellos, durante mucho tiempo, ejercieron un control que ya no existe. Lo protegían especialmente de la deforestación”.

¿Cómo lo hacían?

“Estos grupos terminaron protegiéndolo al implantar restricciones. El proceso de paz empezó a generar expectativas muy inconvenientes, aceleró las dinámicas campesinas, pero, especialmente empresariales, que han sido alimentadas en los últimos tres años con capitales ilegales, en los que el interés es lograr una deforestación extensiva de la selva con cultivos de coca, ganadería extensiva y vías”.

¿Se arrepiente de haberle contado al mundo que existía Chiribiquete?

“(Silencio). Lo más lamentable es que la única forma de proteger a Chiribiquete hoy es contar la historia. No estamos ni en manos de la insurgencia ni de los indígenas ni de las instituciones, que tienen muchas limitaciones. La defensa está en una sociedad civil que se apersone y, no lo hará, si no entiende lo que hay. Lo que logré al mantener una serie de información con mucha restricción hoy no nos sirve porque el posconflicto nos abrió una dinámica que no podíamos imaginar. Se desbordó, fue muy inconveniente. La única manera que tenemos para proteger el parque es a través de una estrategia de socialización y de educación”.

¿Quién está detrás de la tala?

“Empresarios de lo ilegal. Mire, la deforestación ya tocó el parque y tenemos varias extensiones absolutamente devastadas. ¡Hay que parar la destrucción de Chiribiquete!”.

¿Qué pasa si la Unesco se da cuenta?

“Colombia entra en un proceso de cuestionamiento. Chiribiquete será el área de protección, reconocida por la Unesco, más rápida puesta en entredicho en la historia del mundo y nos pondrán el parque en la categoría de área crítica amenazada. Es absurdo”.

¿Qué le dice el Gobierno?

“He hecho todos los esfuerzos por llamar la atención de las autoridades. Las respuestas son absolutamente inconvenientes, no hay compromiso. Entiendo que el país tiene prioridades enormes, pero Chiribiquete no se puede descuidar. Tengo la esperanza de que el Gobierno intervenga para disminuir las tasas de deforestación, de lo contrario, veo muy amenazado el patrimonio del país y su credibilidad frente a todos los acuerdos internacionales”.

¿Qué puede ocurrir?

“Si la dinámica de destrucción que estamos observado en Chiribiquete no se frena de forma inmediata a este parque no le quedan dos años de vida. Estamos poniendo todo nuestro esfuerzo, minuto a minuto, para lograr parar con esto. Se necesita el apoyo de la empresa y de la sociedad civil”.

¿Cuántas hectáreas se deforestan?

“Dentro del parque es muy incierto saber cuántas hectáreas talan al día. En Caquetá y Guaviare se están deforestando 25 hectáreas diarias, algo así como 200 estadios de fútbol. Esto es horrible. Vivo en agonía permanente”.