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Alexander Arciniegas
Miércoles 20 de noviembre de 2019 - 12:00 PM

Vencer el miedo

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Nutridas protestas recorren el mundo desde Chile hasta Francia en donde los “chalecos amarillos” acaban de cumplir un año. En estas manifestaciones la represión estatal ha desencadenado algunos episodios violentos, amplificados desde el poder para invisibilizar las razones legítimas del descontento ciudadano.

En Colombia, una de las consecuencias del acuerdo de paz fue normalizar la agenda política de un país traumatizado por más de medio siglo de conflicto interno. En los últimos años, la sociedad ha venido encontrándose y movilizándose alrededor de demandas como salud y educación de calidad; apoyo al campesinado; combate a la corrupción y la protección del medio ambiente; vale recordar la multitudinaria marcha del 10 de mayo en Bucaramanga por el páramo de Santurban.

No obstante, el gobierno Duque, que en lo que lleva no ha dado “pie con bola”, parece decidido a desaprovechar la oportunidad que el paro nacional de hoy le da para conectarse con la gente. En lugar de brindar plenas garantías al derecho a la protesta aplicando en casa sus lecciones de democracia para los vecinos, el Gobierno y los sectores que le son afines erráticamente optaron por presentarlo como una amenaza a la seguridad nacional, pavimentado el camino para eventuales excesos de una fuerza pública que parece poco preparada para garantizar que los conflictos sociales se diriman dentro de los cauces institucionales, como lo evidencian los criticados allanamientos a medios alternativos y grupos culturales como el Cartel Urbano y La otra danza.

El desafío que tenemos quienes pacíficamente manifestaremos nuestro descontento con un gobierno que ha sido un desastre en materia económica, de seguridad y ambiental; y que internacionalmente está sometido a un Trump asediado e impredecible, pasa por escapar del temor que se ha venido alimentado todos estos días y de la trampa discusiva de quienes insisten en presentar como vandalismo o vagabundería el ejercicio de la ciudadanía.

Una sólida democracia se construye con una sociedad autónoma y deliberante tanto en las urnas como en las calles. Hay que vencer el miedo.

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