Buenaventura, Tumaco, Chocó
Siempre se ha dicho que el país sistemáticamente ha dado su espalda al Océano Pacífico, permitiendo que sus ventajas, riquezas y posibilidades hayan sido aprovechadas por la criminalidad hasta generarse un estado de cosas que ahora se percibe en toda su complejidad.
En Chocó las gentes demandan el cumplimiento a pactos suscritos. El Gobierno refiere los cuantiosos recursos que ha destinado pero lo cierto es que su inoperancia y la corrupción han conseguido que esas inversiones no se cristalicen de la mejor manera. El reclamo por las carreteras de Quibdó a Pereira y Medellín sigue vigente. El hospital y los servicios de energía y agua potable permanecen sin solución definitiva.
Buenaventura persiste en su queja por el hospital. El suministro de agua potable es mortificación recurrente y actores armados propician todo tipo de manifestaciones y angustia. Basta recordar el horror de las denominadas “casas de pique” que hace un tiempo se descubrieron.
Tumaco se ha convertido en centro de primerísima importancia para la producción y comercio de estupefacientes. Se da cuenta de la ubicación de campos minados para proteger los cultivos de coca y es frecuente la utilización de la comunidad para impedir su erradicación.
Los problemas de la región Pacífico en modo alguno se superarán abandonando a su suerte a sus naturales, sino con una efectiva presencia del Estado que permita superar las precarias condiciones de atención a la salud de sus habitantes, se garantice el acceso a una adecuada educación y se materialicen las obras de infraestructura indispensables para sacarla de su atraso.
De igual manera resulta inexplicable que el Estado se haya reducido a ser espectador de la lucha por el control territorial que se disputan las mafias de la minería ilegal, el contrabando y el narcotráfico. Una de las grandes bondades que suponía el acuerdo logrado con las Farc consistía en poder dedicar la fuerza pública a la contención de otras formas de violencia, como la que se registra en el Pacífico. Mala señal para las expectativas creadas en relación con el posconflicto.