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Alvaro Beltran Pinzón
Domingo 21 de junio de 2020 - 12:00 PM

La democracia en recesión

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La pandemia por COVID-19 y las medidas de confinamiento que hubo necesidad de adoptar, sumadas a las astucias políticas, la indolencia general para preservar lo público, y la avidez de privilegios particulares, han constituido caldo de cultivo para que la democracia, al igual que la economía, también entre en recesión. Esta evidencia se advierte al contrastar el papel desempeñado por las ramas del poder público.

El Congreso de la República, con la anuencia del Ejecutivo, empleó este tiempo en dilatar el debate respecto a la conveniencia de programar sesiones a través de medios virtuales o de manera presencial y retomará actividades en el próximo periodo legislativo cuando se iniciará la recomposición de fuerzas partidistas de cara a las próximas elecciones. La aprobación de la Ley que castiga con cadena perpetua a los violadores de niños, luce como un recurso oportunista para reivindicar su extravío.

La Rama Judicial encontró que la razonable suspensión de términos procesales era propicia para desplegar su caracterizada abulia, y no tuvo la iniciativa de direccionar la pausa obligada para poner al día los expedientes que permanecen inéditos en los escritorios de jueces y secretarios. La emergencia sirvió para apreciar en su real magnitud el grado de obsolescencia y de vetustez de la estructura, métodos, recursos, instancias y equipamiento con los que se administra justicia.

Mientras tanto el Ejecutivo, en sus diferentes niveles, al ser el único depositario del ejercicio de mando, se convirtió en el teatro propicio para sacar a flote el chantaje de los otros poderes y los malabares de ciertos grupos o sectores económicos para obtener lucro; escenario en donde se dejan traslucir los tejemanejes urdidos por el narcotráfico, el paramilitarismo, los grupos delincuenciales y las mafias de la corrupción, que han sometido al Estado a sus propios intereses.

Pareciera que la profunda crisis de la democracia se ha agudizado -no solo en Colombia- y que debe ser sustituida por una nueva forma de gobierno que aún nadie se aventura a identificar, pero cuya búsqueda todavía permite pasearse por autoritarismos o cantos de sirena propalados por discursos demagógicos.

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