Mi despedida
Dificultades de tiempo, emanadas de mis actividades profesionales, me obligan con mucho dolor a tomar la decisión de no continuar con esta columna, y a escribir hoy una despedida con la mayor gratitud: gratitud con los lectores, con Vanguardia Liberal y con sus directivos.
Lo veo como una cuestión de respeto con el lector y con el periódico. Tal vez, si muevo una cosita aquí y otra allá, podría sacar el tiempo para escribir la columna semanal. Pero eso no sería justo con un periódico que tiene altos estándares de contenido, ni con unos lectores que merecen que se les trate con toda la consideración.
Y ha sido así como he querido tratar al medio y a sus lectores durante estos 4 años. Cada columna que he escrito ha emergido de reflexiones honestas y en lo posible maduradas. No siempre el resultado ha sido el que yo hubiera deseado, o el que en verdad habría sido digno de los lectores y del periódico. Pero he tratado al menos, y cada una de esas reflexiones, madurada a lo largo de la semana, se volvía luego un borrador, que se revisaba media hora después, que se le enviaba a un amigo para saber su opinión (uno no detecta sus propios errores), etc.
Escribir para Vanguardia ha sido un honor. Un periódico como quedan pocos ya, es decir, cuya prioridad es contribuir a la lucha por el bien común y no por los intereses particulares de dueños, políticos, anunciantes, etc. Y cuando ha sido necesario, lo ha hecho con valor y asumiendo riesgos. Cátedra de periodismo valiente hemos visto en las denuncias sobre corrupción. Y cátedra de coraje vimos cuando los propietarios y directivos de este periódico denunciaron la adhesión del Partido Liberal a la candidatura de Didier Tavera y llamaron a las cosas por su nombre. A esos directivos, gracias. A los lectores, mil gracias. Y a Diana Giraldo, ese portento de periodismo íntegro y de excelencia que debe enorgullecer a este medio y a esta ciudad, muchas, muchas gracias.