El poder de las palabras
En apenas tres minutos cada grupo debería presentar su idea de negocio al jurado. Solo 10 pasarían a la siguiente ronda que les daría oportunidad de participar en un concurso a nivel nacional. Todos ellos habían trabajado duramente en el desarrollo de su aplicación móvil. Toda su creatividad estaba plasmada en aplicativos que permitían atender necesidades en el sector empresarial, salud, educación y cultura. Todos tenían la esperanza de que sus ideas trascendieran y que pudieran convertirse en un buen negocio a futuro.
La mayoría eran muy jóvenes. Me impresionó el temple que mostraron al exponer convincentemente sus ideas ante un auditorio numeroso y sobre todo ante el jurado sobre el cual descansaba su futuro. Al frente de estos muchachos había un gran reloj digital que les iba marcando el tiempo de su intervención. No quiero ni imaginarme su tensión cuestionándose en su interior si su discurso había tenido suficiente poder para convencer.
Con solo tres minutos sus palabras debían ser cuidadosamente escogidas, debían explicar no solo la funcionalidad de su aplicativo, el alcance de sus usos, el mercado objetivo pero más importante, aún sus palabras debían transmitir, seguridad con humildad, verdad, sueños y esperanzas. Maravilloso que nuestra juventud se le mida a estos retos.
Me pregunto qué pensarán estos muchachos al ver cómo nosotros sus mayores usamos las palabras. Esta semana volvían al ruedo polémicas alrededor de twitters que cuestionan si las victimas sufren del síndrome de Estocolmo o si el Fiscal busca en realidad justicia o la “muerte” de la Contralora o si, según el columnista Caballero, se debe comparar a Timochenko con el exministro Fernando Londoño.
“Es cierto que todos cometemos muchos errores pues si pudiéramos dominar la lengua, seríamos perfectos, capaces de controlarnos en todo sentido. Podemos hacer que un caballo vaya adonde queramos si le ponemos un freno en la boca. También un pequeño timón hace que un enorme barco gire a donde desee el capitán. De la misma manera la lengua es algo pequeño que pronuncia grandes discursos. Así también una sola chispa puede incendiar todo un bosque. Y la lengua es una llama de fuego.”
Muy cierto lo que dice este pasaje bíblico del libro de Santiago. Qué gran poder manejamos con nuestras palabras. Está en nosotros usarlas para construir sueños o matar reputaciones.