Elefante o conejo
“Ahora no me vayan a hacer la del conejo” nos advertía el profesor. Era por supuesto el momento del examen y teníamos frente a nosotros tres párrafos densos que resumían de manera muy condensada lo visto en la materia. Nos daban una hora para contestar los tres párrafos, lo que implicaba que debíamos escribir cerca de seis hojas por cada uno. Se veía que les habían echado cabeza a las preguntas, ya que el contestarlas adecuadamente reflejaría no solo nuestro conocimiento del tema sino, además, si habíamos adquirido un criterio para exponer nuestra propia opinión.
La advertencia del profesor tenía sentido, ya que ante preguntas complejas podíamos caer en la tentación de empezar nuestra respuesta diciendo “el elefante es un mamífero que tiene las orejas grandes como el conejo” y a partir de allí lanzar una larga perorata sobre el conejo cuando en realidad nos estaban preguntando del elefante.
Para mi asombro encontré una pregunta sobre la cual no me había preparado bien. Alarmado intenté esculcar en mi memoria lo poco que sabía para poner palabras profundas a un conocimiento débil. Ese intento me duró apenas unos pocos párrafos. Y allí empecé a hablar del conejo tratando de que se pareciera lo máximo posible al elefante. Fue tanto el esfuerzo, que terminé convencido que mi respuesta era la acertada. Incluso me animé a exponer mis argumentos a mis compañeros, que por supuesto habían respondido correctamente, y logré que muchos dudaran.
Al final por más que el conejo tenga orejas grandes nunca será elefante. Al recibir la nota el profesor me miró con cierta decepción. Sabía que esperaba más de mí. ¿Por qué caí en la trampa del conejo? ¿Temor a decepcionar? ¿Instinto de supervivencia? ¿Miedo al fracaso? ¿Débiles convicciones? ¿Corazón orgulloso?
Me prometí no volver a caer en esto, ya que descubrí que no hay nada más dañino para el crecimiento del carácter que el autoengaño. Difícil ha sido en este mundo tan turbulento y con un corazón tan proclive o coger la ruta de la conveniencia sobre la de la convicción.
Tanto los del Sí como los del No se están acusando mutuamente de querer poner conejo. Mientras tanto el elefante de la paz está allí expectante esperando a que logremos contestar las preguntas más difíciles de nuestra vida con sinceridad.