Opinión: ¿A qué llegamos?
La noticia de la hospitalización de una niña de 11 años en Cali con 104 cápsulas de cocaína en su estómago debe entristecernos profundamente como país. Es la muestra absoluta de que fallamos en la protección de los niños, de que estamos condenando a varias generaciones ante la falta de oportunidades y que la cultura de la plata fácil que se sembró en los colombianos con el narcotráfico no conoce de límites.
¿Qué puede tener un papá en la cabeza para convertir a su hija en mula del narcotráfico y obligarla a tragarse 500 gramos de cocaína? Lo más triste es que, al parecer, no era la primera vez que esta niña era utilizada como correo humano, pues en marzo ya había hecho un viaje a Barcelona, como pretendía hacerlo esta vez.
Es claro que esta sociedad hace rato subvirtió sus valores. Según cifras de la Policía, cerca de 7.000 niños han sido utilizados en el país para traficar drogas, aunque es la primera vez que se registra un caso de un menor que haya ingerido la droga. ¿Cómo puede valer más para un padre la ambición de conseguir un dinero por encima de la vida de su propia hija?
El narcotráfico nos trastornó como nación. Sembró en esta sociedad la idea de que se puede tomar un atajo para enriquecerse, y las historias de hombres que dejan atrás la vida de necesidades gracias al tráfico de drogas nos embelesan como país. No nos digamos mentiras, aquí hay una velada admiración por lo “narco”, estimulada increíblemente por la televisión y los libros. Y el alto rating de todos estos programas que exaltan la vida de los narcos lo demuestra.
Miremos no más nuestra ciudad, dónde empiezan a aparecer cada vez más carros lujosos, inmuebles exorbitantes y gente en la calle con ese “toque” que todos conocemos, pero que volteamos la cara para tratar de ignorar. Y así, en silencio, vemos como en esta ciudad siguen apareciendo fortunas que no se explican, con gente que no se explica. Y mientras eso pasa, en algún lugar de Colombia quizás habrá otra niña tragando cápsulas de cocaína, para enriquecer los bolsillos de todos esos que transitan erguidos ante la admiración de muchos por nuestras calles.