La gramilla del estadio
Un logro de la Constitución de 1.991 fue la descentralización de la administración, poniendo en cabeza de los departamentos y municipios funciones y capacidad de hacer el gasto público que antes estaban en manos del Gobierno Central. Desafortunadamente, 26 años después de expedida dicha Carta Constitucional, el clientelismo, la corrupción, la ambición y otros vicios de quienes han administrado tales entes territoriales han llevado a que el centralismo haya vuelto a tomar para sí dichas funciones para poner freno a la ‘fiesta’ de venalidades y desaciertos que hubo.
Un ejemplo de desacierto y otros hierbajos es lo ocurrido con la gramilla del estadio Alfonso López de Bucaramanga.
Desde cuando se inauguró el estadio en los años 40 del siglo XX, la gramilla de su cancha de fútbol fue natural. Hubo épocas en la que estuvo en buenas condiciones, en otras oportunidades descuidada, pero su piso siempre fue de pasto natural.
Siendo gobernador Hugo Aguilar, periodistas y empresarios interesados en ganar comisión de industrias extranjeras, con locuacidad y poca sabiduría esgrimieron argumentos en pro de ponerle al estadio grama sintética. A más de un locutor se ‘le hizo la boca agua’ alabando las maravillas de dicho tipo de césped y que éramos los pioneros en dar tal paso.
A un costo considerable se puso la grama sintética, se hizo alharaca en su inauguración y comenzó Cristo a padecer pues tal maravilla no era lo que decían, comenzaron los jugadores a lesionarse y a aflorar los defectos del material de tal gramilla. Pronto, los mismos que impulsaron la idea de poner tal tipo de grama, comenzaron a reclamar que se volviera al pasto natural.
Hoy es una realidad. Levantar la sintética y sembrar nuevamente la grama natural significó considerable gasto para el erario departamental, pasó la alharaca y ojalá todo haya sido una equivocación de buena fe y solo de falta de visión.