¿Éste es el Presidente del cambio?
El miércoles de la semana pasada, cientos de miles de estudiantes, profesores y directivos de universidades públicas, pacífica y masivamente, en gigantesca movilización, se tomaron las calles de las principales ciudades del país. Demostraron la capacidad de convocatoria que tienen y conminaron al Gobierno Nacional para que pacte con la comunidad educativa una atinada solución a la honda crisis financiera de las universidades estatales. Fue un hecho político y de opinión de gran magnitud, imposible de desconocer o minimizar.
Ante ello, asombró la actitud del Presidente de la República. Cual el enfermero que da una aspirina al canceroso, anunció una no significativa partida presupuestal y, a renglón seguido, demostró que no es el líder que el momento histórico necesita. ¿Por qué?
Porque mientras el sector más significativo de nuestra juventud, los universitarios, en las calles defendían la educación pública, que es el principal pilar de inclusión social y desarrollo nacional, el Presidente dedicó buena parte del día a atender al niño Cristo José Contreras, a servirle de guía en el Palacio de Nariño y a almorzar con él y su familia.
El secuestro de tan inocente niño debe ser repudiado firmemente pues demuestra la crueldad de quienes están al margen de la Ley, pero la dimensión política del movimiento universitario, lo que representa y reclama, merece prioritaria atención y soluciones apropiadas.
El Presidente actuó como lo hizo hace algunos años el entonces Presidente Santos Calderón cuando ante el gigantesco paro agrario dijo: ¡El tal paro agrario no existe!
Un Presidente que se precia de ser joven, que pretende representar a la nueva Colombia, no ha debido dedicarse a una labor que ha podido delegar en cabeza de su señora esposa y la Vicepresidenta. La Colombia joven, de la que dice ser adalid, estaba en la calle y aquel que pregona encarnar la renovación, estaba dedicado a labores menos relevantes.