Ha terminado el período de Patricia Linares como presidenta de la JEP, dignidad que ejerció desde septiembre de 2017.
Si bien continuará desempeñando tal magistratura, cesa su labor como vocera y representante de dicha corporación de justicia transicional, aquella que surgió en desarrollo de los acuerdos logrados entre el Estado colombiano y las Farc para poner fin al conflicto interno armado.
Después de ver sus numerosas actuaciones públicas durante tres años, de oír sus intervenciones en muchos escenarios, de observar la forma como actuó en amplia gama de circunstancias, de apreciar su serenidad en momentos difíciles, de advertir la cordura de que hizo gala en diferentes proscenios, de oír sus reflexivas y serenas respuestas en las que cada palabra tiene su peso exacto, pese a tener ante sí a personas que actuaban con el claro propósito de hacerla perder el buen juicio, algo es claro: no hay en la vida pública de la Colombia de hoy una mujer que proceda con tanta inteligencia, sobriedad y equilibrio como ella.
Sobresale no por el hecho de ser mujer sino por su lucidez, por el aplomo de sus juicios, por ser dueña de sí misma, ajena al protagonismo.
Nunca se le ha visto airada, con aplomo sale digna y airosamente de difíciles circunstancias y momentos; no hace valer su condición de mujer, sino que con sosiego demuestra que tiene la razón.
No impone argumentos, con inteligencia convence.
Sobria, con equilibrio mental sortea dificultades, con elegancia elude ofensas, agravios, aquieta las turbaciones de ánimo de los demás, mitiga y aplaca los ímpetus de cólera.
Enaltezco la altura con que la magistrada Patricia Linares obra, con alborozo doy fe de que encarna las virtudes y el talante de las mujeres de nuestra patria.
Paso la página: que Colombia sea uno de los ocho países del mundo donde más personas han sido contagiadas de COVID – 19 evidencia que el gobierno ha actuado con mucho ruido y poca eficacia.
