Un remedio necesario
Nosotros respetamos las creencias de las demás personas, lo cual no nos impide expresar las nuestras y lo vamos a hacer respecto a un tema que por estos días está causando mucho revuelo por su marcada importancia y es el de la eutanasia.
Definir quién es el propietario de la vida de las personas siempre ha dado mucho de dónde cortar, pues la opiniones se mueven entre extremos polarizantes y durante mucho tiempo el tema ni siquiera podía discutirse, pues ello solo descalificaba. Siempre hemos creído que somos nosotros los dueños de nuestro propio destino y si no lo somos, sí nos pertenece el sufrimiento que padecemos en ella y cuando éste es físico surge el derecho que nos asiste de poder ponerle fin cuando se vuelve insoportable y cuando así lo determinemos.
Hemos sido testigos de no sé cuántos casos en los cuales la muerte viene precedida de unos padecimientos, muchísimas veces absolutamente innecesarios o de situaciones en las cuales la persona sufre y hace sufrir a los demás, asuntos éstos que pueden resolverse simplemente aceptando que se pueda tomar la determinación de acabar dignamente la existencia, cortando por lo sano a través de la eutanasia.
¿Qué derecho tenemos de obligar a una persona desahuciada, condenada ya a una muerte lenta pero segura, a tener que soportar una situación que ella misma no quiere y desea terminar, solo por el mito de que no somos propietarios de nuestra propia vida? Sobre el mismo presupuesto, debiera ser injusto también que un destino natural nos imponga un sufrimiento físico inacabable, sólo porque así ha sido hasta ahora. La vida de la gente ha dejado de ser determinista y ha empezado a ser más un problema terrenal que un asunto teológico y por eso se han implementado los derechos humanos y uno de ellos es el simple de ser propietarios de nuestro propio destino y en ello va incluido el derecho de no tener que sufrir padecimientos físicos cuando ellos no conducen a nada diferente que a una muerte cierta, solo que demorada en el tiempo.