El vivo vive del bobo
Un dato realmente aterrador mostró la Revista Semana en su edición 1.722: “…el año pasado se presentaron 27.690 abogados al examen de ingreso a la Rama Judicial, en el que se mide su conocimiento y las aptitudes sobre el derecho. Solo pasaron 1.341, es decir, el 6%”, lo cual explica por sí solo la crisis por la que atraviesa nuestra desacreditada justicia.
La responsabilidad de esta catástrofe debe buscarse en las universidades colombianas que encontraron en las facultades de derecho una manera fácil de hacer dinero vendiendo programas de pésima calidad a precios exagerados sin que sobre el asunto el Estado ejerza un control efectivo.
Lo cierto es que para abrir una facultad de derecho solo se necesita un garaje, algunos pupitres, seis abogados titulados que estén dispuestos a dictar clases a 20 mil pesos la hora y los ingenuos que caigan en la trampa respectiva; de ahí en adelante todo es pan comido, pues es un asunto de paciencia y en 5 años se producirá un flamante abogado de esos del 94% del examen comentado.
Toda universidad que se respete tiene facultad de derecho en la ciudad sede y en cada pueblo a su alrededor y si se miran los programas podrá observase que se continúa educando para el siglo pasado, pues el moderno derecho no está en sus planes curriculares. De igual manera, el afán de mantener las utilidades hace que el desarrollo académico se nivele por los mediocres a quienes no se podrá calificar mal porque la pérdida de una matrícula daña el P y G y eso sí es una verdadera catástrofe.
Desde luego que la culpa es de los estudiantes que se sienten cómodos al no tener que hacer esfuerzos de aprendizaje aceptando gustosos esta realidad, pues al fin y al cabo lo importante es el cartón así éste no tenga respaldo científico de ninguna naturaleza, lo cual los lleva a protestar por las exigencias académicas y no por la deficiencias que les están vendiendo a precio de producto de primerísima calidad.
El vivo vive del bobo y éste de que lo pisen.