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Eduardo Pilonieta Pinilla
Jueves 15 de octubre de 2020 - 12:00 PM

Cómplices silenciosos

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La estructura de nuestra sociedad se resquebrajó cuando permitimos convertir el delito en una actividad social y aún más, cuando empezamos a premiar a los delincuentes por sus acciones criminales; por eso causa verdadera repugnancia ver como estos bandidos confiesan sus delitos hasta con alegría, mientras sonríen satisfechos y terminan arreglándolo todo con unas excusas que, por el cinismo con que las dan, se nota que carecen de sinceridad.

Basta mirar simplemente las noticias para entenderlo; es más, en nuestro caso esos mismos delincuentes lograron crear una justicia de bolsillo que terminará absolviéndolos y legalizando todos los años de su aterradora acción criminal.

No todos los cuarenta y tantos millones de colombianos somos criminales, pero la verdad, nos hemos convertido en cómplices de éstos cuando con nuestra indiferencia legalizamos su accionar criminal pues no hemos tenido, ni tenemos y como van las cosas no tendremos, el valor civil de ubicarlos en el lugar que les corresponde que es donde ellos entiendan que se les trata como debe hacerse como los delincuentes que realmente son.

Pasan las cosas y cada vez son más descarnadas y aterradoras sus historias y nos limitamos a sorprendernos y quejarnos en privado enviándoles el mensaje de que por nosotros no deben preocuparse, pues no los vamos a estorbar y que a pesar de su acción delincuencial continuaremos respetándolos como si fueran cumplidos ciudadanos de bien.

Todo ello nace de la descomposición moral de las instituciones permeadas todas ellas, sin excepción, por inescrupulosos que entendieron, ellos sí, que en Colombia ser delincuente es una actividad que no solo permite vivir bien sino además continuar siendo admirados a pesar de saberse que son unos bandidos.

No son casos aislados, es la generalidad de la estructura social la que falla por la acción de quienes ven el delito como una oportunidad ante el respaldo pasivo que la mayoría de los ciudadanos les brindan por esa complicidad que nace de la indiferencia.

Mientras no tomemos plena conciencia de esto, el imperio criminal en que hemos dejado convertir nuestra patria continuará funcionando como si esto fuera lo más normal del mundo.

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