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Eduardo Pilonieta Pinilla
Jueves 23 de abril de 2020 - 12:00 PM

Llegó para quedarse

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En medio de las enormes dificultades que estamos atravesando en el devenir cotidiano, surgen cambios que de no haberse presionado como lo fueron, jamás se hubieran producido.

Lo decimos con relación a la implementación de las nuevas tecnologías para el manejo de la administración de Justicia cuyo atraso es inadmisible, si se compara con los desarrollos del mundo moderno.

La parte operativa de la Rama Judicial no había sido capaz de entender que los viejos esquemas heredados del siglo XIX se habían convertido en un auténtico obstáculo para el ejercicio cabal de la administración oportuna de la Justicia.

Un ejemplo aterrador son las notas de presentación personal que obligan al interesado a ir físicamente al juzgado a presentar documentos, porque así lo reclaman las normas procesales y cuya omisión puede acarrear la pérdida de un proceso, en el fondo del cual está la razón legal que termina desconociéndose por tan ridícula omisión.

Debemos reconocer que algo se había caminado, poquísimo para nuestro gusto; solo que ahora, en esta extraña circunstancia en que los ciudadanos estamos en detención domiciliaria y medio país se encuentra totalmente paralizado, hubo que acudir a las nuevas tecnologías; y en esto radica el milagro, pues la Justicia descubrió que puede utilizar los medios electrónicos para cumplir los ritos procesales dando apertura a la virtualidad como mecanismo idóneo para la tramitación de los asuntos sometidos a su consideración.

Ojalá que el Consejo Superior de la Judicatura entienda lo que está pasando y empiece ya, con carácter urgente, a reglamentar la unificación de criterios sobre el manejo electrónico de los procesos judiciales para evitar que suceda lo que estamos viendo y es que cada juzgado establece sus propias normas de juego, convirtiendo lo que pudo ser un salvavidas en un galimatías de procedimientos que solo logre que se pierda lo que puede avanzarse en tal sentido.

De no hacerlo ahora, se perderá el impulso y se corre el riesgo de volver a esa Justicia anquilosada, pesada, burocrática y desde luego ineficiente.

La tecnología llegó para quedarse y ya que el poder judicial la descubrió, no perdamos esta oportunidad.

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