Misión espiritual
Con extrañeza observamos la solicitud del expresidente y senador Álvaro Uribe, para que la iglesia católica participe en las conversaciones de paz. Desde los bancos del colegio nos enseñaron que la iglesia católica tiene una misión muy importante en la sociedad, fundamentalmente en lo que respecta a las buenas costumbres, la ética y la moral. Pero cuando esa institución sacra interviene en política, hay muchas personas que se aprovechan de ella y su vinculación termina siendo negativa. En el momento actual en las conversaciones de paz hay dificultades de carácter político y si le agregamos problemas religiosos será de nunca acabar. Creemos que el proceso de paz debe concretarse pronto o nos acercaremos a un fracaso como ocurrió con los anteriores intentos. En varias oportunidades, en nuestro país, la iglesia se ha apartado de su misión espiritual con resultados unas veces confusos y otras negativos. En la independencia la iglesia tuvo una participación equivoca y eso trajo consigo que años después José Hilario López hubiera decretado la expulsión de los jesuitas. De otro lado, como la iglesia recibió durante muchos años múltiples donaciones, llegó un momento en que sus bienes eran incalculables. Y ahí vino la desamortización de los bienes de manos muertas. Pero ya había ocurrido otro conflicto. El padre Villota se levantó contra el gobierno por la supresión de un convento y su actuar trajo consigo la guerra de los supremos, con desastrosas consecuencias. Cuando en el siglo XlX el gobierno quiso modernizar la educación y trajo a Colombia pedagogos alemanes, entre ellos el profesor Blum, quien se radicó en el Socorro, capital de Santander, el clero se opuso radicalmente. Este conflicto terminó en una guerra civil en 1876. Y de contera en 1886 se aceptaron las tesis de San Agustín sobre el origen divino del gobierno, ya superadas totalmente por Santo Tomás de Aquino. Este decía que el poder venía de los hombres, pero que Dios protegía los gobernantes. Y todavía recordamos en la llamada violencia política cómo la intervención de la iglesia no sirvió para apaciguar los ánimos. Por el contrario, el fanatismo se enseñoreó en la república. Consideramos que la iglesia en este momento debe permanecer al margen de la política.