Uno de los problemas más graves que tiene nuestro país es el que una parte de la población no cree en el proceso de paz. Esto en parte como resultado de la campaña por el célebre referendo, error que cometió el presidente Santos. En esa oportunidad se dijo que el gobierno se iba a entregar a Venezuela y que prevalecería la impunidad. Fue tal la prédica que el Doctor de la calle, el mejor de los candidatos, no obtuvo si no un mínimo de votos. Todavía se repite esa perorata. Y de contera este gobierno no se ha interesado mucho en la implementación de los acuerdos. Todavía hay algunos personajes que consideran el acuerdo como un error y que el gobierno debía aplastar a los insurgentes. Infortunadamente para ellos eso no ocurrió y por eso fue necesario el proceso de paz.
Por otro lado, razón tiene el columnista Álvaro Beltrán Pinzón cuando sostiene que en todos estos problemas jurídicos la institucionalidad ha salido adelante. En efecto, los problemas del ex guerrillero Santrich han sido analizados y decididos en derecho por la JEP. Si no había pruebas contra el personaje debía ponerlo en libertad. Por otro lado si el fiscal tenía evidencias la providencia seria otra. Pero no tenía necesidad de renunciar, ni de armar un escándalo en compañía de la ministra de justicia. Ahora, la corte empieza a estudiar el caso y llama a rendir declaración al ex guerrillero. Los alborotos de ignorantes en derecho solo sirven para desalentar el país y crear un ambiente de inseguridad.
De todas maneras existen personajes interesados en que no continúe el proceso de paz. Unos por envidia, otros por negocios y también hay quienes toman este proceso únicamente desde el punto de vista político. Es incuestionable que el país debe continuar con el proceso de paz. No podemos perder esta oportunidad. Todo debe estar dentro de la legalidad y respetando los derechos humanos. Ojala que el señor presidente de la republica asuma con entereza la dirección de este celebre proceso y no aplique la ejecución por interpuesta persona. Es un joven y tiene todo el porvenir por delante. De lo contrario, seguiremos en este juego de abalorios sin proyección y sin futuro.
