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Hortensia Galvis Ramírez
Viernes 25 de septiembre de 2020 - 12:00 PM

Relación entre materia y energía

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Al comienzo de la era espacial los astronautas que salían de la atmósfera de la Tierra retornaban sintiéndose enfermos. Habían estado desconectados de la vibración de la Tierra, o Frecuencia Schumann de 7.8 hercios, con la que un organismo humano debería estar afinado. Por milenios esa frecuencia había sido una constante pero, en la década de los noventa los picos del electrocardiograma de la Tierra comenzaron a elevarse en forma gradual y sostenida: en el 2017 ya habían tocado los 36 hercios. En septiembre de este año: el día 2 la Frecuencia Schumann se sostuvo en 40 hercios durante 48 horas y el día 17 tuvimos un pico que alcanzó los 71 hercios.

Existe una estrecha relación entre materia y energía. El científico Hans Jenny (Suiza 1904-1972) lo demostró con los experimentos que dieron nacimiento a una ciencia llamada Cimática (o Cymatics). Estas son sus palabras: “Si se proyecta sobre la materia una frecuencia más elevada que la suya propia, el patrón original se desintegrará y será sustituido por otro más complejo”. Esto lo estamos comprobando ahora mismo, porque la Tierra ha elevado su frecuencia y sus habitantes estamos viviendo el proceso de adaptación a ella.

En la Tierra los cambios son mayúsculos: el tiempo: se acelera. El clima: caótico. Los elementos: desatados e impredecibles. Los síntomas de algunos hombres son igualmente turbulentos: fatiga extrema, dolor de cabeza, mareo, dificultad para dormir, ansiedad, pitido en los oídos, dolores en el cuerpo, palpitaciones, deshidratación y tensión alta. Pero ocultos, a nivel molecular, comienzan a activarse codones dormidos del ADN, antes considerados basura, y un despertar masivo de consciencia está teniendo lugar. Una naciente sensibilidad humana protege la naturaleza y la vida de los animales; busca comer sano; cambia las religiones acartonadas por la espiritualidad interior y multitudes rechazan el dominio autocrático de los más corruptos buscando liberarse. La nueva frecuencia es la Luz del Cristo que ha llegado para quedarse y vivirá en nuestros corazones hasta transformarnos en seres ascendidos que verdaderamente merezcan llamarse humanos.

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