Cultura de ahorro
La prosperidad de los pueblos se construye lentamente y dentro de los ingredientes que contiene, se encuentra una buena porción del ahorro, que no es otra cosa que aquella parte del ingreso que no se consume, sino que se deja para cubrir necesidades futuras. Siempre existirá el argumento que justifique los gastos.
De ser así, nunca tendríamos oportunidad de ahorrar para imprevistos posteriores. El ingenio, el conocimiento y la innovación son pilares fundamentales en el progreso de la sociedad. Se puede avanzar más rápidamente hacia el desarrollo, si contamos con una base patrimonial sustentada en el ahorro de las familias, de las empresas y del fisco.
Los grandes saltos, en los tiempos modernos, han sido posibles desde el trampolín de la economía. En la base de la pirámide encontramos aplicada la filosofía popular: “en la abundancia, acuérdese de la época de las vacas flacas”.
Los ejemplos más recientes sobre el impacto de las finanzas en la vida de los pueblos, los tenemos en Japón y Alemania; países que después de haber sufrido la devastación y los horrores de la segunda guerra mundial, se dedicaron a trabajar con disciplina y talento para sacar adelante a su población y hoy en día, el tamaño de sus economías ocupan el tercer y cuarto lugar en el mundo. Los alemanes tienen, dentro de su cultura al ahorro como uno de los factores de éxito que les ha permitido mejorar su calidad de vida.
Eso explica, en parte, que la exposición al riesgo de una crisis económica, como se siente en otros países, se haya mitigado en Alemania y su economía ha presentado menos complicaciones, frente a los rigores de otras naciones europeas.
El mejor antídoto contra la pobreza está en el ahorro y el Estado debería generar políticas públicas que lo incentiven.
Un reciente estudio muestra que el 65% de los adultos mayores, en Colombia, no cuentan con ingresos o ahorro suficiente para cubrir los gastos de la vejez.
Debemos comenzar a “regalar” cuentas de ahorro en lugar de fomentar en los niños, la cultura del consumo.