¡Colombianos: a las cosas, a las cosas!
Parafraseo esta arenga magnífica de Ortega y Gasset a los argentinos en 1939, porque viene como anillo al dedo tras la agitada contienda electoral en la que el país, literalmente, quedó partido en dos en cuanto a la percepción sobre el manejo del Estado en general y sobre las negociaciones con las Farc.
Pero la democracia ya dio su veredicto, y ahora debemos concentrarnos en lo urgente y prioritario. Es lo que toca, pasar del debate al acuerdo sobre lo fundamental, de la promesa al programa, del programa a la acción. Aún a quienes nuestras convicciones nos dejan en la otra orilla, no nos corresponde apostarle al fracaso del Gobierno –una mezquindad imperdonable–, sino sumarnos en aquello que podemos compartir y en lo que podemos aportar –que es mucho–, hacer seguimiento a las promesas y seguir ventilando nuestras diferencias en el marco de una postura constructiva.
Dentro de esa concepción, me limito en estas líneas a mi preocupación por la producción agropecuaria y la suerte del campo. Sobre el particular, el jefe negociador en La Habana ha sostenido que el Desarrollo Rural Integral hay que hacerlo con las Farc o sin ellas. Pues bien, ¡a las cosas!, para qué esperar a la firma de unos acuerdos si, para el Gobierno, la recuperación del campo quedó como uno de sus grandes compromisos.
¡A las cosas! ¿Cuáles son las metas para 4 años en recuperación de la red vial terciaria, cuáles los mecanismos para acabar con el ‘peloteo’ entre el Gobierno central y las entidades territoriales –los municipios sobre todo– cuáles son las metas en distritos de riego; cuántos kilómetros, en qué regiones y bajo qué condiciones?
¿Cómo va el Gobierno a seleccionar los proyectos financiables por el Pacto Agrario entre los 4.460 presentados. Cómo evitar que ese billón de pesos no se convierta en una repartición dispersa e ineficiente, sino articulada a una política de desarrollo rural integral. Cómo evitar que se vaya por el sumidero de la corrupción?
¡A las cosas! Nadie pretende remediar en 4 años más de medio siglo de atraso, empezando por recuperar, con las Farc o sin ellas, el espacio perdido en seguridad. Por eso debemos ocuparnos de las cosas, pero ya, y todos. Para lograrlo, un Gobierno que “no reconoce enemigos” debe restablecer los puentes con la institucionalidad gremial, porque el momento no está para descalificaciones ni retaliaciones. Los gremios están dispuestos a trabajar donde y cuando sea necesario. De una vez, bravamente, abrámosle el pecho a las cosas.