Miedo
La incertidumbre es el caldo de cultivo perfecto para difundir el miedo, y nuestros dirigentes han resultado expertos en propagarlo. Y es que incierto es el panorama de la refrendación del proceso de paz que, aunque cuenta con una ponencia favorable en la Corte Constitucional, no tiene todavía el visto bueno formal ni se sabe con precisión qué ocurriría en caso de que ganara el “no”.
Incierto el futuro de las ‘ías’, con fiscalía y defensoría en interinidad y posiblemente desde esta semana también la procuraduría se quede sin su cabeza por cuenta de la decisión que tome el Consejo de Estado en el caso de Alejandro Ordóñez. Incierto el panorama de la economía, que aunque ha mostrado señales menos preocupantes que el resto de países de América Latina, sigue estando en una situación de fragilidad que inquieta.
Y en medio de un futuro institucional absolutamente incierto aparecen uribistas y santistas para meternos, encima de todo, miedo. Miedo a un modelo político que se tomó a Cuba desde hace décadas y más cerca de nosotros a Bolivia, Ecuador y Venezuela. Miedo, del otro lado, a un resurgir de las Farc y, como dijo el propio presidente Santos, miedo a una guerra urbana que sería demoledora, si no se aprueba su plebiscito. Unos y otros nos venden miedo y formulan un peligroso llamado a la acción, motivados por temores y no por convicciones.
¿Quién en Colombia está vendiendo esperanza? ¿Quién está proponiendo alternativas realistas en este ambiente de miedo e incertidumbre? Uno esperaría ver a un gobierno que enamore a los colombianos con una paz imperfecta, pero mejor que el estado de guerra actual y esperaríamos también encontrarnos en la otra orilla con una oposición que indique rutas audaces, pero posibles, para salir del atolladero. Sin embargo, ni los unos ni los otros están en ese plan. Por el contrario, se la pasan advirtiéndonos escenarios apocalípticos, insultando al que piensa distinto y dejándonos en una indeseable disyuntiva de la que difícilmente saldrá algo bueno.
El verdadero miedo -digo yo- es que entre el desencanto frente a Uribe y Santos, el repudio por la clase dirigente que hoy nos rige y la desconfianza en la justicia, el Ejecutivo y el Congreso, aparezca algún loquito que se nos antoje diferente al resto, pero que nos embarque en una aventura que sabemos cómo empieza, pero no cómo termina.