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José Manuel Acevedo
Domingo 13 de octubre de 2019 - 12:00 PM

Ni risas ni trizas

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Aunque sus críticos quisieran haberlo visto poniéndose ‘la 10’ de los uribistas radicales, acabando con el proceso de paz mediante iniciativas legislativas, asfixiando presupuestalmente las instituciones creadas en el Acuerdo con las Farc y fustigando a los líderes políticos que cambiaron las armas por las curules en el Congreso, para poder llegar a la conclusión ramplona de que Iván Duque nos devolvió a la guerra, la evidencia muestra una realidad distinta a esa que se hubieran soñado sus más rabiosos detractores.

Los proyectos productivos para los exguerrilleros han avanzado de manera significativa. Duque ha visitado 4 zonas de reincorporación en 13 meses mientras que su antecesor, el Premio Nobel de Paz, Juan Manuel Santos, estuvo sólo en 1 en 20 meses. Los PDET en 170 municipios golpeados por la violencia y la exclusión social, son una apuesta real de la Consejería para la Estabilización. Por otro lado, la formalización de tierras avanza silenciosamente: en Ovejas, Sucre, se realizó la titulación más grande en la historia reciente del país, devolviéndole a los campesinos sus tierras para evitar nuevos gérmenes de violencia y reconocerles su plena propiedad frente a predios que antes fueron objeto de disputa criminal. Si el proyecto de catastro rural que viene liderando el Alto Consejero Presidencial, Carlos Enrique Moreno, funciona, las promesas que por años se hicieron desde la izquierda se habrán materializado con acciones concretas en un gobierno de centro-derecha como el de Duque, sin aspavientos y en contra de muchos a los que, desde el establecimiento, les sirve que el despelote siga tal y como está.

Recientemente, Duque ahondó su compromiso con la paz, muy en contra de esas voces radicales que en el pasado se levantaron para ponerle palos en la rueda a la ley de víctimas aprobada hace una década en el Congreso. Con su anuncio de presentar un proyecto de ley enviado con urgencia al parlamento para extender por 10 años más, la normatividad en materia de víctimas, sigue dejando sin argumentos a los que insisten en mostrarlo como un guerrerista más.

El Presidente está volviendo viable la implementación de un acuerdo que recibió cargado de buenas voluntades pero sin compromisos ciertos y acciones ejecutadas. “Ni risas ni trizas”, decía en campaña refiriéndose a lo que haría frente a la realidad jurídica con la que se encontraría, y lo cierto es que está cumpliendo su palabra, con pragmatismo y genuino compromiso con la paz

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