Las fotos
jose@joseordonez.net
Las redes sociales han hecho que el otrora divertido arte de ver fotos ya sea una cotidiana y común actividad de la vida diaria.
Ah tiempos aquellos cuando la visita no anunciada de la familia que bajaba de la vereda se convertía en un jolgorio que incluía: chocolate Gironés hervido con ojo de vaca, pan pulman, quesillo de hoja y sobre el regazo de la tía chismosa el albúm argollado y amarillento que contenía en varios tomos la historia familiar en fotografías que iban desde las antiguas en blanco y negro, las robadas de otros familiares, hasta las modernas de formato colorido y brillante.
Era un triunfo revelar un rollo de 36 ó 24 fotos, aunque para la mamá, las fotos no se revelaban, se desarrollaban.
Generalmente los rollos permanecían en una bolsa de almacenes Tía dentro de un florero o en el cajón de esas medias que tenían más remiendos que la carrera 21.
Ahí encontraba usted fotos como estas:
Familiar al lado de la fuente de la 36 donde se paraba el clásico señor con dos sombreros mejicanos y un pequeño caballito con rodachines y donde el niño al sentarse sonreía como candidato al consejo de Florida en valla de autopista.
La clásica: Mesa de colegio con mantel, letrerito: “Concentración Bellavista 3° B” y usted con un lápiz en la mano sonriendo como cuarentona recién inyectada de botox.
La horrible foto de un muerto en la familia. El tío nono que se murió y mírelo como quedó, más duro y frío que el discurso del alcalde cuando está bravo y quiere posar de sincero.
La fila india de la familia en la fiesta de primera comunión de la prima adinerada: La nona en una punta con las manos aún untadas de capón relleno, la prima solterona con pose de “mire lo que se ‘tan perdiendo’”, el primito tirado en el piso con el camión de madera, uno más y otra más hasta completar los anfitriones sin que falte, como no, el tío al fondo con el guarapo en la mano y más prendido que la refinería de Barranca.
¡Esas sí eran fotos!