Lo que tenemos en común
La semana pasada los grupos anti-derechos intentaron manipular una vez más las preocupaciones de padres y madres de familia por el bienestar de sus hijos para cosechar dividendos políticos.
Pero decir que defender los derechos de las personas LGBTI es atacar los de quienes no lo son es falso y tiene devastadoras consecuencias para miles de niños y familias.
Más aún, la historia nos enseña que la educación solo amenaza a quienes ven en la ignorancia una exitosa estrategia de manipulación política y de obtener beneficios económicos.
Si de verdad el objetivo de estas movilizaciones es garantizar el bienestar de los niños y protegerlos de abusos sexuales, hay dos cosas urgentes por hacer:
1.Visibilizar, denunciar y exigir que la justicia investigue los miles de casos de abuso sexual a menores a manos de sacerdotes católicos y otros líderes religiosos en el país. Evitar que las iglesias sigan siendo refugio de pedófilos y violadores es justo, necesario y urgente.
Sin embargo, el silencio de las iglesias, los creyentes y de las organizaciones que supuestamente defienden los derechos de los niños sobre el tema deja en evidencia que su preocupación no es el bienestar de los menores, sino la movilización de los prejuicios y la manipulación de sus fieles para obtener poder político y gratificación económica.
2. Luchar para que toda la sociedad, pero sobre todo las escuelas, sean espacios libres de discriminación para todos los niños y niñas en Colombia, incluyendo los niños y jóvenes LGBT.
Dejar en claro que el respeto es una parte innegociable de la convivencia escolar y no debería asustar a nadie. Por el contrario, debería dar un parte de tranquilidad a todos los padres y madres de familia que pese a sus diferencias están unidos en un deseo común: que sus hijos e hijas sean felices, estén sanos y vivan una vida digna y libre de violencia.