Seguir en la Guerra Fría
Por Guerra Fría se entiende el período siguiente a la finalización de la Segunda Guerra mundial (1939-1945) o sea la que sucedió a la guerra caliente, período durante el cual las dos potencias emergentes de la contienda, anteriores aliados contra el nacional socialismo, entraron en abierta disputa, bien sea mediando la controversia ideológica o con enfrentamientos violentes locales, para que el ganador reinase en solitario dueño del mundo.
Pero llama la atención que finiquitada formalmente esa Guerra Fría a finales del siglo XX, con la caída de la Unión Soviética, o sea de la parte más visible y fuerte de uno de los dos sistemas sociopolíticos enfrentados, 30 años después hoy no se observe un claro ganador; entonces se habló hasta de una tripolaridad emergente en el manejo de la correlación de fuerzas involucradas en asuntos mundiales, con sus respectivas zonas de influencia, incluyendo a Japón como tercero en discordia, teniendo en cuenta su vertiginosa convalecencia y su desarrollo evidente en la postguerra.
Queda claro entonces que la pretensión no era solo vencer al otro sistema como amenaza para la sociedad de mercado; desaparecida la URSS los diferentes países que la conformaban regresaron a los patrones de la sociedad capitalista y China se posiciona cada día con más fuerza en el juego de esas fuerzas, aplicando lo de una patria dos sistemas.
Pero la lucha por la hegemonía mundial continúa como si aún estuviésemos en Guerra Fría; las constantes acusaciones sobre la injerencia de Washington o de Moscú en asuntos internos -son los casos de las elecciones en los EEUU y hasta en las de Colombia, según los fabricantes de miedosy de los gringos en países satelizados como Honduras, Chile, Brasil y un largo etc.- parecen decirnos que la Guerra Fría, la que dio continuidad a la guerra caliente, aún permanece con el mismo propósito: llegar al monopolio de las decisiones internacionales eliminando la competencia para decidir unilateralmente el destino de la humanidad.
El mismo manejo de la información por parte de periodistas desinformados, abordando el tema como si se tratara de opositores ideológicamente antagónicos y no de competidores por el dominio, nos recuerda diariamente que esta guerra soterrada no ha terminado.