Cazapato años sin cuenta
Todo parece indicar que el origen de la palabra Zapatoca se halla perdido, bosque adentro, para los buscadores de toponimias; sin embargo, queda el relato popular que suele preceder a la historia académica, así como la guaquería se adelanta a los arqueólogos; acudo pues a la leyenda: un medio día de otoño, en el parque de El Retiro en Madrid, una gitana rumana calé de origen romaní, que decía ser descendiente del Punyab indio en el siglo X, quiso adivinar mi suerte; para mi asombro, entre nimiedades, aciertos y desaciertos, me dijo que yo venía de tierras lejanas donde siglos antes cazaban patos en una laguna, génesis del nombre de mi pueblo. Reconocí en ese momento que mis maestras podían tener razón: el nombre se había tomado de un juego de sonoridades con sílabas de la palabra “cazapato” aludiendo a un oficio hoy perdido en el Llano de la Laguna.
También me confió Yovanca la gitana, que veía próximo un exorcismo en forma de libro sobre mis primeros años cuya utilidad inmediata sería la de sacarme clavos y diablos y devolver ratos felices de tiempos idos; pero más que una autobiografía sería el retrato social de un pueblo desmemoriado -¿Para quién piensas escribir un libro intentando detener el olvido, cuando ya casi nadie lee más allá de “chats” ligeros y estados financieros? –Para mí mismo y eso me basta, le respondí.
Mientras nos despedíamos miré fijamente a un viejo taciturno con sombrero de pelo alón, gafas redondas oscuras, chaqueta parda añosa y bastón, que había estado mirándonos mientras hablábamos sentado en un escaño próximo, bien parecido a ese otro personaje conocido en mi pueblo, también sentado solitario siempre en la misma banca de la plaza, de quien se decía que era aficionado a los juegos de azar. Lo acompañaba un mastín inglés embozalado, asido con cadena metálica que al sentirnos venir ladró agresivo. –No se ofusque, me dijo la zíngara. Cuando tienen bozal son de buena ventura.–Buen viaje paisano, me dijo el viejo con el bastón en alto, para mi sorpresa. Pero los patos ya se fueron porque secaron la laguna. (De mi reciente libro “Caminante son tus huellas. Años sin cuenta en Cazapato”. Publicaciones UIS, 2018)