“Estabilidad” de las violencias, inestabilidad institucional
Uno de los mitos de nuestro devenir histórico ha sido afirmar que tenemos estabilidad política-jurídica; el mito es tal que en 1986 celebramos el centenario de la “segunda constitución más antigua de América”, después de Estados Unidos, la cual cambiábamos totalmente 5 años después.
Nuestra realidad histórica nos dice que en el Siglo XIX, entre 1820 y 1886, en 66 años, tuvimos nueve constituciones diferentes, una cada 7 años 4 meses. Simultáneamente, entre 1810 y 1902, en 92 años, tuvimos nueve guerras civiles, una cada 10 años 3 meses. Algunas de las constituciones fueron respuesta a algunas de las guerras y viceversa, algunas de las guerras fueron respuesta a algunas de las constituciones.
Valgan como anécdotas: la primera Constitución -la del Rosario de Cúcuta- estableció explícitamente en su artículo 191, que solo podría ser reformada diez años después y a los siete años estaba siendo cambiada en su totalidad. La Constitución de 1886 surgió cobijada por la premisa mesiánica: “regeneración total o catástrofe” y la sentencia presidencial de Rafael Núñez pronunciada desde un balcón del Palacio: “Señores, la Constitución de 1863 ha dejado de existir”.
La Constitución de 1991 surge de manera extra constitucional, previos diversos malabares jurídico-políticos: “Séptima papeleta”; votación dividida de la Corte Suprema de Justicia, en su función constitucional; acuerdo de paz con el M-19; presión a las Farc mediante bombardeo a Casa Verde; invitación abierta y permanente a los grupos subversivos para que participen en la Asamblea Nacional Constituyente.
En 1998 Jaime Bernal Cuéllar, Procurador General, habla de “… inflación legislativa,… hay normas para todo… y reformas inmediatas a las reformas.” Y Alfonso Gómez Méndez, exfiscal general, habla de Colombia como “un país esquizofrénico, donde la norma dice una cosa y la realidad nacional es otra bien distinta.”
La inestabilidad histórica de nuestra constitucionalidad se traduce en inestabilidad normativa en todos los órdenes, esto es en inestabilidad institucional.
¿En que estamos en el Siglo XXI? Es tema de otro análisis, incluyendo la corrupción que también infecta nuestra institucionalidad, nuestra cultura.