“Cátedra 209”
Una norma constitucional, la del artículo 209, enseña que “la función administrativa está al servicio de los intereses generales y se desarrolla con fundamento en los principios de igualdad, moralidad, eficacia, economía, celeridad, imparcialidad y publicidad”. Bastaría el cumplimiento de esos principios para que todo en el Estado se cumpliera con orden y transparencia.
Si se acatara ese mandato constitucional bastaría, también, para que los funcionarios públicos fueran ejemplo ante la sociedad, precisamente porque actúan con rectitud y honestidad, ajenos a las prácticas corruptas. Lo contrario implica responsabilidades de diverso orden.
De esa materia, la responsabilidad del servidor público, se ocupó un interesante foro académico organizado hace unos días en la ciudad por la Auditoría General de la República a cargo de la doctora Laura Marulanda, contando con el concurso de las contralorías departamental y municipal, y también de la Procuraduría. Un buen evento.
Expuestos como están los funcionarios a enfrentar por sus actos responsabilidades fiscales, disciplinarias, penales y administrativas, se concluyó con aparente sencillez que todo gira alrededor de cumplir y respetar los principios de la función administrativa. Quien obra con moralidad, con imparcialidad y eficacia no responde ante las autoridades. ¡Así de sencillo!
Y aunque parezca muy sencillo, lastimosamente es de eso que se duele a diario esta sociedad como producto de las conductas desviadas de los servidores estatales. El mal de los corruptos no puede estar por encima del estricto cumplimiento de los principios constitucionales que inspiran la función pública. Es una invitación apenas a obrar bien, apenas, como con lucidez remató el magistrado administrativo Milciades Rodríguez.
O también es una invitación desde el foro para que en la academia y en las escuelas de administración pública se instituya la “Cátedra 209”, a ver si de tanto enseñar esos principios mejoramos el servicio público y superamos la pandemia de la corrupción. ¡Puede que sí!