A la mujer
Hace pocos días escuché en un medio de comunicación que la Orquesta Filarmónica de Bogotá había emprendido un ciclo de conciertos cuyo lema es “.... la violencia contra las mujeres no me suena, la música sí ...”.
Interesante y oportuno que de manera permanente, cotidiana, se insista y predique sobre este tema, por cuanto somos una inmensa mayoría los que repudiamos con todo vigor el maltrato, la discriminación y
el abuso que se comete por una minoría irracional contra las damas.
Surgen preguntas a estos deleznables comportamientos: ¿Será que esos bárbaros maltratadores no recuerdan que vienen de una madre? ¿Será que no se enteran que tienen hermanas que pueden ser víctimas de tan malsanos procederes por sus pretendientes o compañeros? ¿Será que no han tenido hijas, los más tiernos y bellos regalos de la naturaleza? O de pronto no reconocen o ignoran que cuando estamos agobiados, agotados o enfermos, la mano que primero aparece en trances tan comunes y difíciles es la de una fémina? Son raciocinios elementales, ahora que celebramos hace poco su día internacional.
Esta sociedad debe enseñarles a los jóvenes desde temprana edad que su compañera de viaje, su aliada y cómplice en el mejor sentido de la palabra, es una mujer, pues entre ambos más adelante definirán cuál es el destino que desean. Es acá donde la educación desde el hogar y más adelante en escenarios educativos, juega un papel preponderante y definitivo.
Resulta pertinente preguntarse si en las escuelas, colegios o incluso en las universidades, existe alguna directriz académica que maneje aspectos sicológicos y sociológicos que orienten la conducta que debe asumirse entre el hombre y la mujer cuando sabemos mutuamente que tal interrelación es necesaria e irreversible.
Hay grandes falencias en la formación que se traducen más tarde en agravios inexcusables, que presentan a nuestro país como uno de los más agresivos con el sexo femenino. Qué record tan lamentable y vergonzoso. Es el peor ejemplo y al mismo tiempo el más indicativo de una comunidad en decadencia. Comparto el pensamiento de Ludovico Ariosto, poeta insigne italiano del Renacimiento, autor del poema épico Orlando el Furioso, quien afirmaba: “Sin mujer al lado no puede el hombre ser en verdad perfecto ...”.