La mendicidad es una situación social de una persona, que al no poseer recursos para vivir busca como alternativa el de pedir limosna para sostenerse. Según estudios del ISE la mendicidad en Colombia tuvo un crecimiento del 3,09%, situación que parece lógica ante la migración de venezolanos a nuestro país y el aumento de las tasas de desempleo.
Estudios recientes han indicado que la mendicidad en Colombia se está prestando para muchos escenarios de abuso frente a los que más lo necesitan, algunos de estos casos son que cada esquina se ha vuelto un negocio para los traficantes de la mendicidad, ya que las arriendan o alquilan para poder ejercer esta actividad; también el arrendamiento de niños para generar mayor sensibilidad, situación que a todas luces violenta los derechos de los niños que son una prioridad en nuestro Estado; sumado a esto la mendicidad se ha usado como fuente del delito al ser el medio para cometer hurtos, lesiones personales, entre otros.
Es lamentable el abuso que se da no solo de aquellos que bajo el estado de necesidad tienen que verse enfrentados con estas mafias de las calles, sino que también se juegue con la solidaridad de quienes así sea con una pequeña ayuda en un semáforo quieren contribuir. Hay investigaciones que han indicado que de la mendicidad se pueden lograr ingresos de hasta 4 millones mensuales, lo que nos lleva a cuestionarnos si dar unas monedas en cada semáforo es realmente la ayuda que necesitan aquellos que piden y al país en general, o por el contrario estamos contribuyendo de forma indirecta a la formación de estas dinámicas tan perjudiciales para la sociedad y el robustecimiento de las mafias que se apoderan del espacio público para explotarlo de forma ilegal.
Aunque la caridad ciudadana es necesaria, lo que debemos fortalecer son las instituciones que ejercen actividades sociales que sí saben cómo lograr un cambio por medio de ayudas, y no incentivar este flagelo con limosnas en cada esquina, dejándonos guiar de la lástima o del miedo.
