Nuestra política provinciana
El certamen electoral fue otra afirmación de nuestra “democracia muy imperfecta”. La abstención fue como la tradicional, pero quienes ejercimos nuestro mínimo deber de votar lo hicimos con tranquilidad y libertad. Fue escaso el voto de opinión y la maquinaria electorera hizo de las suyas, como lo demuestran los resultados. Hubo muchos votos nulos por la complicación de los tarjetones, particularmente los del voto preferente. Pocos votos en blanco. Al fin nos convencimos que en estos certámenes sería inocuo. Las dos consultas contribuyeron a mover al electorado. Los resultados eran los que se podían prever. La renovación del Congreso fue muy poca, particularmente en nuestro Departamento. Y varios de los dueños de las maquinarias renovaron las caras poniendo a algún familiar, privilegiando a sus esposas e hijos. Vimos sonrientes y embellecidas a varias esposas de los caciques cautivando a sus electores desde gigantescas vallas. Hubo maquinarias tránsfugas a otros grupos políticos.
Los slogans por lo general fueron repetitivos, faltos de imaginación y a menudo contradictorios o estúpidos. Unos ejemplos. En la primera página de este diario un candidato se publicita así: “Luis Alberto Quintero Gonzales, CINCO veces alcalde de Girón apoya a Ciro LA FUERZA DEL CAMBIO”. Otro presenta como credencial ser ”amigo de Chucho Limonadas”. Hay lemas esotéricos como este “Lo primero es lo primero”. Por algo se afirma (con perdón los amigos de la costa) que nuestra política se ha “costeñizado”.
Lo peor de los resultados ha sido el reforzamiento del clan Aguilar, ahora “lavando” su imagen bajo el cobijo de “Cambio Radical”.
Pero en medio de tan vergonzosa mediocridad, indigna del así llamado talante santandereano, hubo algunos aspectos positivos de renovación que es justo subrayar: El triunfo para el Senado de Leonidas Gómez, una persona que conoce y ama a Santander y ha realizado obras para su progreso. La debacle de “opción ciudadana”, movimiento de oscuro nacimiento en el SES, de oscuras realizaciones y frecuentes mimetizaciones. Algunos congresistas abandonaron voluntariamente sus curules como los tres delfines de Luis Carlos Galán, bastante inferiores de talla con su padre y su abuelo. Y el meritorio Serpa, dejando su delfín.