Sexo y dignidad (II)
Bienvenidas las denuncias que se han dado en el mundo y en nuestro medio sobre atentados contra la dignidad de la mujer. Ellos denotan una deplorable situación de sometimiento femenino.
Pero no bastan las denuncias (lastimosamente muchas no hechas en tiempo presente) sino cambiar las circunstancias que generan tal sometimiento físico, económico, cultural y social.
La lucha contra ello debe darse en muchos frentes: una verdadera educación sexual, hogares donde se respire dignidad, justicia en las relaciones laborales, igualdad de oportunidades…
En ella toda la sociedad debe estar comprometida, damas y varones, educadores, Estado, pero son las mujeres en últimas quienes pueden liderar su propia liberación, afirmando y defendiendo, no mendigando su dignidad con sentimientos de debilidad o conmiseración.
La educación en estos aspectos se ha reducido al aspecto biológico (prevención del embarazo no deseado y de las enfermedades….) olvidando los aspectos sicológicos, sociales, políticos y particularmente éticos.
La mujer no está siendo educada para tomar conciencia de su dignidad y de sus derechos, ni empoderada para defenderlos.
La mujer no es un simple “adorno” cuya misión en la sociedad es aparecer “bella”, atraer, complacer. El coqueteo, la vanidad, los detalles, las festividades en su honor, el romanticismo no deben desaparecer, pero son apenas la salsa, no el alimento y sustancia de la vida.
La mujer no puede seguir educándose para complacer, atender y mucho menos servir, obedecer, ni tampoco manipular y cautivar a los varones, sino para cumplir la misión que la naturaleza ( no la cultura) les ha asignado en el mundo de la vida: familiar, social, laboral, política… en igualdad de derechos; para compartir no “servir”; para disfrutar juntos no para complacer; para ser corresponsables con los varones en la construcción de una sociedad donde ser respire respeto, igualdad, solidaridad, fraternidad, amor y protección de la vida.
Los varones debemos respetarla y enaltecerla, porque bien se lo merece, como su excelsa compañera de vida.